Dos años después
Editorial

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Lecciones de una pandemia

Hemos aprendido lo suficiente para hacerle frente. Esta batalla solo se podrá ganar con espíritu colectivo de colaboración

Sanidad confirma un primer caso de Ómicron en Canarias

Sanidad confirma un primer caso de Ómicron en Canarias

Se cumplen dos años de las primeras noticias que nos informaban del brote de un virus (el SARS-COV-2) en la localidad china de Wuhan. Por aquel entonces, pocos podían imaginar las consecuencias de una pandemia (así calificada por la Organización Mundial de la Salud el 14 de marzo de 2020) que acabaría afectando a todo el planeta y que según los datos recientes de la OMS ya ha infectado a 300 millones de personas y ha provocado 5’5 millones de muertos. La «mayor emergencia sanitaria» en 100 años, como declara a EL PERIÓDICO Salvador Illa, que fue el máximo responsable sanitario del país como ministro de Sanidad. Una pandemia de la cual, en palabras de quien también estuvo al frente de la crisis en Catalunya, la ‘consellera’ Alba Vergés, «era imposible ver la magnitud». 

Desde la semana del 9 al 15 de marzo de 2020, cuando se decretó el primer estado de alarma, y a lo largo de estos dos años, hemos sufrido, como sociedad, un golpe tremendo, que ha tenido múltiples derivadas. Evidentemente, la que afecta a la salud, pero también la económica, la social y la política. Echar la vista atrás conlleva recordar los primeros meses de confinamiento total, con situaciones altamente dramáticas (especialmente en lo que se refiere a las residencias geriátricas y al continuo goteo de defunciones) y con un desconcierto general de la población que, en todo este tiempo, también ha ocasionado un aumento de las enfermedades mentales y graves problemas psicológicos. 

El sistema sanitario – que ya estaba bajo mínimos a causa de los recortes presupuestarios– se ha visto abocado a situaciones límite, con una gran presión hospitalaria, en las UCI pero también en los Centros de Asistencia Primaria (CAP), como se ha evidenciado en la sexta ola en la que estamos inmersos por la variante ómicron. La sociedad se paró durante un largo período en el que se puso a prueba tanto la gestión política (con episodios de desorganización criticables y con la aparición del factor judicial para complicar más el asunto) como la resiliencia de la ciudadanía. Después, hemos vivido altibajos continuos, superados en buena parte tanto por la rapidez en la elaboración y suministro de las vacunas, un dato determinante, como por la toma de conciencia general en la necesidad de incorporar la prevención a los hábitos cotidianos. Es cierto que, al mismo tiempo, han destacado movimientos negacionistas y antivacunas que, en determinados países, han supuesto un serio problema de convivencia. Y también lo es que esta pandemia no tendrá un final nítido hasta que pueda llegarse a un alto porcentaje de vacunación a nivel mundial. Las cifras en el Tercer Mundo no solo son escandalosas por sí mismas, sino también por el peligro latente de la aparición de nuevas variantes. 

La pandemia ha representado un agravamiento de la grieta entre países pobres y ricos y, asimismo, ha repercutido de manera notable en la evolución de la economía. Uno de los retos, a través de los fondos comunitarios del programa NextGenerationUE, es recuperar el pulso social y pensar que una de las lecciones que podemos extraer es la salvaguarda del estado del bienestar a través de mayores inversiones en sanidad e investigación médica. 

Aun inmersos en un capítulo delicado de la pandemia, y sin poder visualizar el fin de la misma, ya hemos aprendido lo suficiente para hacerle frente. Más ciencia, más transparencia, más unidad sin rivalidades ideológicas y más conciencia de estar inmersos en una batalla que solo se podrá ganar con espíritu colectivo de colaboración.