Conocidos y saludados

El precio del honor

José Luis Martínez-Almeida ha lamentado estos días haber sido tan claro como inoportuno

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida / Isabel Infantes/Europa Press

Josep Cuní

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Que las verdades no tengan complejos, que las mentiras parezcan mentira, que no te den la razón los espejos, que te aproveche mirar lo que miras. Que no se ocupe de ti el desamparo, que cada cena sea tu última cena, que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena.

Resonó en el aire del frío lunes 29 de noviembre de Madrid. Su desolado autor, Joaquín Sabina, supuso que la elección por parte de la familia se debió a lo que rezan los dos últimos versos de aquellas ‘Noches de boda’, pero rehuyó cualquier protagonismo ante el féretro de su amiga. A su alrededor, el público congregado en el cementerio civil de la Almudena, en un respetuoso silencio, levantaba libros hacia el cielo azul extendiendo brazos huérfanos de nuevas lecturas de quien les había dejado en herencia una fuerte conciencia política a partir de una sólida literatura. El símbolo quería representar el compromiso de los presentes con quien había abandonado esta vida sin apearse de sus ideales. Con quien encarnó el clamor por la verdad, la justicia y la reparación de las víctimas que habían sido inmortalizadas en los cientos de páginas de los episodios de una guerra interminable. Con quien defendió la memoria histórica con la misma pasión que lo hacía con el feminismo, el Atlético de Madrid, la ideología de izquierdas o su ciudad. De esta, dijo que era “capital del dolor y de la gloria. Que nunca se detiene. Una superviviente capaz de renacer una y otra vez de sus propias cenizas”. Lo pregonó durante las fiestas de San Isidro de 2018. Pero ni esto le sirvió a Almudena Grandes para que el gobierno municipal posterior tuviera en cuenta el espasmo colectivo que supuso su muerte. Ningún miembro del ayuntamiento se dolió oficialmente por el deceso y la polémica no se hizo esperar. Un mes después, y a su pesar, el alcalde la ha nombrado Hija Predilecta.

José Luis Martínez-Almeida Navasqüés (Madrid, 17 de abril de 1975) ha lamentado estos días haber sido tan claro como inoportuno. La necesidad de aprobar los presupuestos municipales y la deserción de Vox, socio prioritario, puso al edil frente al riesgo de inestabilidad un año antes de su posible reelección. Y guardándose la convicción en el bolsillo, ha cedido a la condición de los concejales desertores de Más Madrid que dicen mantener el espíritu auténtico de Manuela Carmena, de regular la bajada del IBI y dotar de honor local a la escritora mancillada.

Unas declaraciones posteriores de quien también ejerce de portavoz nacional del PP diciendo que Almudena Grandes no merece el título pero él ya tiene las cuentas aprobadas desataron la única tormenta que cualquier responsable político debería evitar. La que llama igualmente al tugurio del pobre como al palacio del rey. La que omite que el auténtico temor debe ser a los vivos, nunca a los muertos. Por eso, pensando en quienes le acechan dede sus propias filas, Martínez-Almeida quiso justificarse atrincherándose. Denunció los insultos y trasladó la manipulación de la víctima a la izquierda que la había utilizado. Y como si todo siguiera teniendo poco que ver con él, apostilló que sigue creyendo que Almudena Grandes no merece la distinción.

Ella, hurgando entre su extensa obra, ha recuperado: “El tiempo lo pondrá todo en su sitio. Yo me moriré y tú te arrepentirás de lo que has dicho”.

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