Realidad y ciencia ficción

Kazajistán y el futuro que nos espera

El estallido de violencia en un país vecino en el inicio de 2022 nos hace reflexionar sobre los escenarios que afrontamos en nuestro entorno con la crisis de precios y la respuesta política, y nos confronta con los escenarios de ciencia ficción que alimentan nuestra imaginación

Bae Doona, Actriz de Mar de Tranquilidad Netflix

Bae Doona, Actriz de Mar de Tranquilidad Netflix

Carol Álvarez

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El último pelotazo de las series coreanas pone de nuevo a la humanidad en aprietos, porque ya es convención establecida que lo que está por venir está lleno de obstáculos. La ciencia ficción y sus fantasías de futuro están preñadas de malos augurios, de desastres, de problemas que parecen irresolubles, sobre todo en su plasmación en la televisión y el cine. Esas lecturas tienen mucho de esa necesidad primaria, visceral, de ansiedad anticipatoria que nos invade para ponernos en el peor escenario imaginable e ir preparando la adaptación.

La serie ‘Mar de tranquilidad’ retrata un futuro sin fecha concreta en que el agua es un bien tan escaso que está racionadísimo, y al que solo se accede con unas tarjetas que clasifican a las personas en castas según su estatus. Las colas ordenadas ante los surtidores de agua que se ven en la serie recuerdan a las colas que hemos visto ante los depósitos y fuentes de agua en África en lo esencial, pero el resto del entorno cambia, sobre todo el paisaje seco y caliente, las ropas y la pobreza de los que esperan.

'Apartheid'

Ese futuro imaginado hace tiempo que está aquí, pero lo hemos mirado por el rabillo del ojo, como hacen los que conducen por carreteras franqueadas por las townships sudafricanas, kilómetros y kilómetros de casas de lata amontonadas que conforman la periferia de la pobreza negra que originó el apartheid. Están ahí, pasamos al lado, su realidad nos  roza, como en una realidad paralela que nunca fuera a confluir con la nuestra. Hasta que lo hace.

Llegó 2022 y cuando zappeamos en televisión podemos pasar de un canal de series a uno informativo de esos que ponen rótulos en la parte inferior de la pantalla, y cuando leemos que han matado a decenas de manifestantes en una protesta por el precio del gas en Kazajistán podemos tener unos segundos de confusión, está pasando en nuestro mundo. Y aunque a muchos les cueste poner el país en el mapa, la desmedida subida del precio de la luz en nuestras facturas y la sacudida social que genera sobre todo entre los más vulnerables hace que un escalofrío nos recorra el espinazo. Porque sin solución de continuidad, vemos cómo en Colombia la policía carga y detiene a decenas de personas en las protestas en el país por el alto precio del transporte público. Y descubrimos que en 2021 los precios mundiales de los alimentos subieron una media del 28,1% , empujados por el coronavirus y el desabastecimiento que agudizaron los problemas que arrastra la crisis climática. Un puñado de titulares concentrados en una cápsula de tiempo que nos proyecta hacia un abismo de futuro.

Animales que son amenaza

dando de beber de manera clandestina a un perroNo hay lugar para animales de compañía si no hay humanidad, es el mensaje. 

Ley de protección animal

Pero a día de hoy, mientras miramos de reojo las amenazas de ficción que se suceden en las distintas propuestas de plataformas de streaming y en la gran pantalla, calibramos nuestro presente, nos tomamos el pulso y nos testeamos. España ya tiene en vigor la primera ley que reconoce a los animales como seres sintientes, con una personalidad jurídica que merece unos derechos superiores. El paso adelante, que ha de refrendarse en su aplicación cotidiana, nos aleja un poco de los malos vaticinios de futuro que tanto hemos planteado en nuestras ficciones. 

 La ciencia ficción es un anclaje poderoso para ayudarnos a hacer palanca con la que alejarnos de las nubes negras del desastre por venir. No es una lucha perdida, pero sí es constante. Así ha de ser la que nos distancie con leyes y políticas de las tentaciones populistas, los estallidos de violencia ante injusticias sociales y otras brechas que se han acentuado con la pandemia. 

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