Vida profesional y personal

Personas con propósito en la vida profesional y personal

Las personas que más me han impactado tienen buenos valores, son optimistas y humildes, son flexibles y se adaptan a los cambios y los demás quieren colaborar con ellas

Leonard Beard

Leonard Beard / Leonard Beard

Oriol Amat

Oriol Amat

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La isla japonesa de Okinawa se ha hecho famosa por tener una proporción muy elevada de personas que superan los 100 años. Las investigaciones realizadas para descubrir la causa de esta longevidad lo relacionan con la genética, la alimentación y, sobre todo, la forma de vida. En Okinawa las personas, aunque tengan más de 90 años, saben identificar lo que hacen bien y les motiva. Tienen un papel en la vida, un propósito (ikigai, en japonés) y se sienten útiles. Perciben su impacto positivo en las demás y esto hace que tengan más autoestima y muchas ganas de vivir.

Esto me lleva a pensar en cómo son las personas que más me han impactado. No son ni las más ricas ni las más poderosas. Las que más me han impactado tienen buenos valores, son optimistas y humildes, son flexibles y se adaptan a los cambios, son win-win (yo gano-tú ganas) y, por ello, tanto en el mundo empresarial como en otros ámbitos, los demás quieren colaborar con ellas. Siempre siguen aprendiendo. Tienen objetivos a largo plazo, paciencia y perseverancia. Tienen hábitos saludables en alimentación, deporte y disfrutan de tiempo de calidad con la familia y amistades. Y son personas con propósito.

Para poner un ejemplo de persona con propósito, recordaré el caso de Josep Pons, del que hablé hace unos años en el libro La botella medio llena. Lo conocí hace más de 20 años un día que entré en su tienda, La Constancia, de la calle Còrsega de Barcelona. En el escaparate vi que tenía cruasanes y al entrar pedí uno a la persona que estaba detrás del mostrador (Josep Pons). Me respondió diciéndome que si quería me vendería el cruasán, pero que me recomendaba sus ensaimadas que eran muy buenas. Me sorprendió la respuesta, pero acepté, sobre todo por la profesionalidad y convicción con la que me hizo la propuesta. Tengo que reconocer que la ensaimada estaba buenísima. Tan buena que más de 20 años después todavía la recuerdo. Al despedirme le agradecí el consejo.

Una semana más tarde volví pensando en la ensaimada, pero la tienda estaba cerrada. Me sorprendió porque era media mañana de un día laborable. En la tienda de al lado me informaron que el señor Pons, se había jubilado. Durante muchos años no lo vi más. Pero un buen día lo volví a ver en la calle. Pensé en saludarlo, y no me atreví. Esta circunstancia se repitió varias veces hasta que unas semanas antes del inicio de la pandemia me topé con él en la calle. Lo paré y le pregunté si tenía un minuto. Me dijo que sí y le comenté lo agradecido que estaba de la ensaimada que me vendió 20 años antes. Mientras me agradecía el comentario, se emocionó e incluso me pareció que le caía una lágrima.

Entonces, me preguntó a mí si yo tenía un minuto. Le dije que sí, me pidió que le aguantase el bastón y sacó de su bolsa unas fotografías de la ciudad. Me preguntó qué me parecían y le dije que eran unas fotografías preciosas. Mirándome fijamente respondió que no eran fotografías de la ciudad sino fotografías de cuadros que él pintaba. Por la calidad de las imágenes, me parecía imposible que fueran pinturas. Como quedé impresionado, se ofreció a mostrarme su estudio de pintura. Al cabo de unos días visité el estudio, que estaba en su antigua tienda, y quedé maravillado con aquellas pinturas tan detallistas, que me explicó una a una. ¡Había como 40! Le pregunté si me vendería uno de sus cuadros, y respondió que no, que estaba varios meses pintando cada cuadro y que no estaban en venta. Me dijo que pintaba varías horas cada día y que lo había hecho toda la vida y que todavía ahora, con cerca de 90 años, para él un día sin pintar era un día perdido. Fui muy afortunado porque al final salí del estudio con un cuadro que tengo colgado en casa y en algún momento de cada día me paro delante y lo miro durante un rato. Sin embargo, desde que en marzo de 2020 llegaron los confinamientos ya no lo he vuelto a ver más y la tienda siempre está cerrada. Pero hoy he tenido una gran alegría al saber que Josep sigue feliz como siempre y pintando.

Ahora que estamos a principio de un nuevo año es un buen momento para reflexionar sobre la vida y sobre nuestro propósito profesional y personal. Si conseguimos identificarlo, trabajaremos más a gusto, y quizás viviremos más y mejor.

Suscríbete para seguir leyendo