Juegos de guerra en la frontera oriental
El apoyo de la UE al Gobierno ucraniano es un movimiento estratégico, pero de dudosa eficacia, porque no cuenta con una posición fuerte y unitaria y Putin lo sabe
Ruth Ferrero-Turrión
Profesora de Ciencia Política en la UCM e investigadora sénior en el Instituto Complutense de Estudios Internacionales (ICEI)
Ruth Ferrero-Turrión
Borrell ha puesto rumbo a Ucrania, buena muestra de la importancia y preocupación que genera en Bruselas la situación de la frontera oriental de la UE. El principal objetivo es el de reivindicar un papel relevante en el diseño de la arquitectura de seguridad europea con la que trabajan EEUU y Rusia y de la que Bruselas ha sido excluida.
Desde hace meses Moscú acumula miles de efectivos en la frontera con Ucrania. Esto ha sido interpretado como una nueva amenaza de seguridad en la región. Según estos análisis, se trataría de la continuación de una secuencia que comenzó con la anexión rusa de Crimea en 2014 y el estallido de la guerra en el Donbás. Esta acción es vista como el preámbulo de una nueva injerencia en el territorio ucraniano por parte de Moscú, lo que confirmaría la teoría de la profecía autocumplida de que las ambiciones de Putin no pararían en Crimea, sino que irían más allá, y confirmaría la hipótesis de nueva guerra fría.
La OTAN necesita reivindicarse, y Putin necesita reforzarse (más) internamente y reivindicarse externamente. Igual se trata de un pensamiento naïf, pero quizás todo esto responda más bien a un juego de estrategia y disuasión, a una demostración de fuerza, que a una amenaza real.
La cuestión es si en este contexto la UE es capaz de jugar un papel activo y cómo. Para ello sería imprescindible contar con una posición fuerte y unitaria inexistente y Putin lo sabe (también Biden). Sabe que Alemania y su nuevo canciller no tienen claro si supeditar su suministro de gas a esa unidad de acción, sabe que Francia se encuentra sumida en un semestre complicado con las presidenciales en el horizonte y la extrema derecha subiendo como la espuma, y sabe que, por más que Borrell insista en la existencia de una autonomía estratégica, por el momento, esta no se ha materializado.
El apoyo al Gobierno ucraniano y la integridad territorial es un movimiento estratégico, pero, probablemente, de dudosa eficacia. Habrá que estar atentas a los acontecimientos.
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