La nota

¿El Ibex, patito feo?

La bolsa española subió solo un 7,9% en 2021 frente a alzas siempre superiores al 20% de la americana, la francesa o la italiana

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ibex / economia

Joan Tapia

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Paul Krugman ha dicho que no conviene confundir el mercado de valores con la economía. La bolsa puede subir y la economía estar en recesión. Pasó en Estados Unidos tras la llegada del coronavirus.

Pero en 2021, con la vacunación masiva, la política superexpansiva de los bancos centrales, las ayudas fiscales y el retorno de los beneficios empresariales, las bolsas mundiales han tenido grandes subidas coincidiendo con el rebote de las economías. El S&P 500, el índice americano más seguido, cerró el año con un aumento de nada menos que el 27%, que ha beneficiado a empresas muy diversas, no solo a Microsoft y las tecnológicas, sino también a las energéticas y automovilísticas como Ford. Y ha batido 70 veces sus anteriores récords, lo que no pasaba desde 1954.

No son solo las bolsas americanas. El CAC francés ha subido un 29%, su mayor alza en 20 años y el MIB italiano un 23%, el Eurostoxx 50 un 20% y el Dax alemán un 16%. En este contexto tan alcista, ¿qué significa que el Ibex 35 español solo haya subido un 7,93% y haya quedado incluso lejos del 17%, el alza del índice del ‘Financial Times’ para todos los mercados?

Hace años que el Ibex se revaloriza menos que otras bolsas mundiales por el escaso peso del sector tecnológico. Pero no son solo las tecnológicas las que han tirado este año. Otro dato es que las empresas del Ibex son relativamente pequeñas, ya que Inditex, la primera española en capitalización bursátil, es solo la 160ª del mundo. Añadámosle que nuestro PIB está creciendo menos que el de otros países europeos, que las empresas turísticas no están en buen momento, que el peso del sector bancario es alto y que muchas cotizaciones están afectadas por la situación de países como México, Brasil y otros sudamericanos. 

Vale, pero todas estas razones no hacen otra cosa que indicar deficiencias -no todas coyunturales- de nuestra economía. La conclusión es que para todo el dinero que se mueve por el mundo en busca de inversiones rentables y seguras en las bolsas -otra cosa son las inversiones directas de las multinacionales-, España ha sido en 2021 un país bastante menos interesante que otros. No es un buen dato.

Y como tampoco es solo cosa de este año deberíamos sacar algunas conclusiones. La primera es que España es una economía mediana, muy ligada a la europea, y que por tanto no puede permitirse una política económica que ignore, o peor rechace, las normas europeas o las recomendaciones del FMI o la OCDE. 

El Gobierno no puede pecar siendo triunfalista, ni darse caprichos, aunque sean “sociales”. Nos conviene más chupar rueda de los países avanzados que apostar por descubrir el Mediterráneo. No digamos el Caribe. Por suerte, el Gobierno, incluida la vicepresidenta Yolanda Díaz, lo ha acabado tragando al renunciar a derogar (con ‘D’ mayúscula) la reforma laboral de Rajoy -aplaudida por Bruselas- y limitarse a algunos cambios relevantes, a intentar rebajar la temporalidad -en la que el Estado era tan culpable como el sector privado- y a no poner muchos obstáculos a la flexibilidad.

Pero la derecha debe saber que, al criticar con artillería pesada todo lo que hace el Gobierno -incluso lo que no hace mal- no mata a Sánchez-Frankenstein, sino que degrada la imagen del país. Pablo Casado haría bien en escuchar las opiniones sobre la reforma laboral de FAES, el ‘think-tank’ de Aznar, de Mariano Rajoy el domingo en ‘ABC’, o de economistas como Luis Garicano, el eurodiputado de Cs. 

¿Será Pablo Casado tan sensato como, al final, Yolanda Díaz?

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