Ganas de vivir
Cuando salgo al escenario y veo espectadores que vienen a disfrutar a pesar de la presión social, con su mascarilla y sus precauciones, me quito el sombrero
Siento un enorme respeto y admiración por aquellas personas que a pesar de la presión mediática y sanitaria deciden continuar, con todas las precauciones que se requieren, con su vida y no renuncian a seguir viviendo en mayúsculas a pesar de la odiosa pandemia que nos acosa. En este momento es casi imposible no sucumbir al miedo que nos transmiten los medios de comunicación con el dichoso ómicron. Algunos llevan dos años hablando del covid en términos apocalípticos. Entiendo que para que todos nos concienciemos hay que cargar las tintas y asustar a la mayoría, o de lo contrario los irresponsables, que los hay, no respetarían nada. Sin embargo, en este afán, hay quien se pasa de frenada y pone exceso de celo en advertir la gravedad de las cosas. Hay que moverse en ese difícil equilibrio entre la concienciación de un problema colectivo serio y la alarma social que a veces se crea; es una línea delgada, pero no imposible de transitar.
A estas alturas todos sabemos que lo que está pasando es muy peligroso y que hay que atajar el problema con medidas impopulares y con normas sanitarias estrictas. Sin embargo, a base de repetir y de aumentar la gravedad del asunto, se ha llegado a inocular un pánico que ha paralizado a la población. Por eso me parece admirable ver cómo hay personas que todos los días, y a pesar del miedo, deciden seguir haciendo cosas con la intención de no renunciar a seguir disfrutando de su vida.
Cada día, cuando salgo al escenario y veo espectadores que vienen a disfrutar a pesar de la presión social, sentados en el patio de butacas, con su mascarilla y sus precauciones, me quito el sombrero. Son personas que han decidido, con toda la cautela que se requiere, salir de su miedo, ir al teatro y disfrutar. “Qué valiente es la gente”, me comentaba el otro día una señora al ver entrar al público. No es cuestión de valentía, no es heroísmo, sino de sentido común, responsabilidad y ganas de vivir, aunque sea un poco. A todos ellos, gracias.
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