Te echo de menos
La atención primaria no se puede colapsar así. Las visitas presenciales con nuestros médicos de toda la vida son más que necesarias
Valeria Milara
Periodista
Valeria Milara
Hace casi dos años que no te veo, aunque siempre que te preciso me llamas y me atiendes. Con todo el cariño y la profesionalidad del mundo. Pero no es lo mismo. Tu sola presencia nos tranquiliza. Y digo nos porque eres la doctora de mis padres y la mía también. Eres un miembro más de la familia. Empezaste a tratar ya a mi abuela, que no podía estar más contenta contigo. Le encantaba ver a su médica. Iba, te contaba los dolores que tenía, que no eran más que los propios de la edad. Tú la escuchabas, le recetabas paracetamol y ya era feliz durante unos días. Le curabas el cuerpo y también el alma.
Además de mi abuela tenías como pacientes a sus hijas y a sus maridos. Algunas de las enfermedades de mi madre y de su hermana eran heredadas de su progenitora. Los genes, siempre serán los genes. Con esa información y con tu profesionalidad siempre salían conformes con tu diagnóstico, porque sabes más de nosotros que nadie. Además del estado de nuestros niveles de colesterol de tensión, sabes todo de nuestra familia. Nuestros males, nuestras penas y también nuestras alegrías. Una visión de conjunto que un especialista no te puede dar.
Que el ambulatorio en el que trabajas, al igual que todos, esté saturado por la pandemia es vergonzoso. No entiendo cómo no se ha reforzado para hacer frente a esta lacra. La atención primaria no se puede colapsar así. Las visitas presenciales con nuestros médicos de toda la vida son más que necesarias. Son nuestros doctores de siempre. Personas que son un referente y en muchos casos hacen de psicólogos. Un tema que da para abrir otro melón, por el déficit de profesionales en este campo y lo necesarios que son.
Estoy harta de gestores, estoy harta de planes estratégicos, estoy harta de comités que se reúnen para nombrar a otro comité. Los centros de atención primaria tienen que tener más recursos. Para mí, mi ambulatorio y mi doctora son esenciales. Los médicos de familia, como ella y muchos otros, son expertos por los años que hace que conocen a sus pacientes. Son especialistas porque además de ser médicos conocen el barrio y su gente. Mi doctora hace 35 años trataba a los que emigraron de aquí y ahora a los que emigraron de allá. Ella tiene poder. Sus años de experiencia son tan valiosos que solo con mirarte a los ojos sabe lo que te pasa.
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