Covid

Negativismo divino

Las vacunas no son sino un triunfo, un instrumento del todo racional que ha permitido minimizar los daños de la pandemia

Manifestante antivacunas en Berlín.

Manifestante antivacunas en Berlín. / Axel Schmidt (Reuters)

Xavier Bru de Sala

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No sin estupor, un poco de pena y algo de horror, leo ciertos panfletos, intelectualmente muy bien elaborados, que además de asegurar que nos encontramos en pleno ensayo de dirigismo y control orwelliano, pretenden descalificar las vacunas tachándolas de 'sacralizadas'. Vamos, como si acudiéramos en peregrinación a los centros donde las administran de la misma forma que los tullidos iban a Lourdes o Fátima. En efecto, en tiempos más oscuros para las luces y el entendimiento humano que el nuestro, sí que las dosis de inyectables habrían sido consideradas, si no obra de un maléfico leviatán, sí un auténtico milagro. En otros tiempos sí pero no en los nuestros, distinguidos y destacados filósofos y ensayistas que elaboran, comparten y difunden unos tan disparatados mensajes.

Justo en el polo contrario de la sacralización está la ciencia. En las más alejadas antípodas de la fe y la ceguera que siempre han acompañado lo sobrenatural, justificado su existencia y solicitado su divina intervención salvífica, se encuentra el esfuerzo de siglos, la cadena de investigaciones y conocimientos teóricos y prácticos que han hecho posible el final de la esclavitud y los increíbles niveles de bienestar de los que disfrutamos. No, las vacunas no provienen de lo sagrado ni tienen nada que ver con lo inefable, con las esperanzas inciertas ni con ningún poder que se proponga ser reverenciado. Las vacunas no son sino un triunfo, un instrumento del todo racional que ha permitido minimizar los daños de la pandemia y nos ha traído, junto con las restricciones de la libertad que tanto les agobian y maldicen, a ver ya la luz, toda la luz entera que no soportan porque les ciega, al final ya muy cercano del túnel.

A todos ellos, a todos estos, algunos de los cuales admiro por la sofisticación y en ocasiones la pertinencia de sus razonamientos, solo les pediría, muy modestamente, que mientras disfrutan de unas condiciones de vida que los griegos habrían encontrado propias de las divinidades olímpicas, acompañen las invectivas con algo que pueda parecerse, aunque sea de lejos, a una alternativa.

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