La sátira

'No mires arriba' (ni te rías)

La sátira no es un género sencillo: a diferencia de otros tipos de humor no recurre al insulto, o a los gags visuales, sino a un realismo hiperbólico que produce una vaga sensación de vergüenza ajena

Fotograma de 'No mires arriba'

Fotograma de 'No mires arriba' / El Periódico

Mar Calpena

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Es un poco inevitable, y quizás también un signo de los tiempos, que las mejores explicaciones sobre el presente suelan llegar en forma de sátira. Se explica así en buena medida el éxito de 'No mires arriba', una ácida comedia de ciencia ficción que es la crónica de una muerte -la de nuestro planeta- requeteanunciada. No me extenderé mucho sobre ella, porque a estas alturas ya todo el mundo parece tener una opinión -buena o mala- al respecto, dada la suprema rapidez con la que escalamos los picos de las olas mediáticas. Es ácida, aunque esté un poco estirada y no del todo cuajada.

Lo que me interesa de 'No mires arriba' es la capacidad de la sátira, de las sátiras, de retratar los ánimos y las preocupaciones de su momento. Nadie ha logrado explicar mejor el desarrollismo que el dúo Azcona-Berlanga, y los Simpson fueron todo gloria hasta que su comentario social devino una mera recopilación de chistes y referencias pop. Larra y Segarra, grandes satíricos, la ejercieron desde el periodismo. ¿El 'Quijote'? Otra más, quizás la más grande de todas, junto a 'Los viajes de Gulliver'. Medio Wilder lo es, y lo mismo le ocurre a Kubrick. Pero no se trata de un género sencillo: a diferencia de otros tipos de humor no recurre al insulto, o a los gags visuales, sino a un realismo hiperbólico que produce una vaga sensación de vergüenza ajena. Si la intención paródica se explicita demasiado, el chiste pierde su gracia, pero si el parecido es demasiado perfecto se corre el riesgo de convertirlo en modelo involuntario para lo que se quería ridiculizar. 

'No mires arriba' no propone la más sutil de las metáforas, y su cometa exterminador, ignorado pero explotado comercial y mediáticamente, es una crítica diáfana al anticientifismo frente al cambio climático o de la covid. Pero ningún chiste sobrevive cuando la realidad misma es la parodia: ayer en internet hubo quién la interpretaba como una farsa contra “los científicos progres”. Por mucha sal gruesa que se eche a la cazuela del humor, nada le dará gusto a quien eligió no tener papilas.

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