Hegemonía

Mapear el poder

A diferencia del pasado, el dominio está ahora en manos de quien controla los flujos de gente, mercancías, dinero y datos, y de las redes que establecen

Joe Biden y Xi Jinping, durante su primera reunión virtual

Joe Biden y Xi Jinping, durante su primera reunión virtual / Reuters

Cristina Manzano

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Ha vuelto a ser otro año raro. Difícil hacer balance. En teoría, estamos mejor que por estas fechas en 2020, pero la ambivalencia y la incertidumbre siguen y seguirán marcando la tónica, en la salud, la política o la economía.

En lo global, 2021 se acerca a su fin con un Reino Unido con un Brexit atragantado, una Unión Europea a caballo entre las pasadas elecciones en Alemania y las futuras en Francia, una América Latina desconcertante y una África (siempre olvidada) con nuevos y muy preocupantes conflictos. Como música de fondo, la rivalidad China-Estados Unidos, aunque la melodía de moda hoy sea la de la renovada amenaza de Rusia a Ucrania.

¿Regresamos realmente a un mundo en el que el poder se debe medir por la fuerza bruta? ¿Cómo ha cambiado la pandemia las relaciones de poder dentro de las sociedades? ¿Cómo calibrar el tan cacareado declive de Occidente, con un Estados Unidos en retirada y una Unión Europea que no acaba de llegar?

Para indagar sobre cómo la naturaleza del poder ha ido transformándose, dónde reside realmente, cómo afecta a la Unión Europea y cómo puede esta prepararse para los desafíos presentes y futuros, el Consejo Exterior de Relaciones Exteriores (ECFR por sus siglas en inglés), acaba de publicar un exhaustivo ejercicio colectivo: 'El atlas del poder'

Su punto de partida, según cuenta el director de ECFR, Mark Leonard, es el recuerdo de las dos grandes teorías que buscaban dibujar el mapa del poder al arrancar el siglo XX: la del estratega naval norteamericano, Alfred Thayer Mahan, para el que quien controlara el mar, controlaría el mundo; y la del británico Halford Mackinder, para quien, en la era del ferrocarril, el dominio lo tendría quien tuviera acceso a las enormes extensiones de tierras y los enormes recursos naturales de Eurasia. Los alemanes siguieron a Mackinder; los americanos a Mahan. El resto es historia.

Hoy los mapas muestran lugares, pero sobre todo conexiones. Porque la gran diferencia con el pasado, según este análisis del poder en el siglo XXI, es que ahora está en manos de quien controla los flujos de gente, mercancías, dinero y datos, y de las redes que establecen. Comienza así un recorrido por las siete áreas en las que se despliega: la economía, la tecnología, el clima, las personas, el ejército, la salud y la cultura.

En cada uno de esos terrenos, un exhaustivo repaso, cargado de ejemplos, describe cómo y con qué herramientas ejercen el poder los Estados. Y lo hace además con una potente fuerza visual, a base de mapas -por supuesto-, gráficos y tablas que permiten, con un golpe de vista, entender cómo está el mundo en cada una de las áreas analizadas. Solo algunos ejemplos: bajo el título 'La era del terabit', un gráfico muestra dónde se ubica el mayor número de centros y el volumen de flujos interregionales de datos. Parece un pulpo gigante, cuyos tentáculos salen, sobre todo, de Estados Unidos, con puntos muy destacados en Europa; en Asia, India tiene más presencia que China. Otro gráfico muestra la distribución geográfica, por capitalización bursátil, de las grandes empresas tecnológicas: la bola estadounidense es significativamente mayor que la asiática, por no hablar de la europea. Sin embargo, cuando se muestra el peso de las ventas digitales, China casi duplica lo vendido por Estados Unidos. Diferentes formas de medir el poder.

En estos tiempos de escasa atención y predominio de la imagen, desgranar la complejidad de la realidad global en variables comprensibles y asimilables, sin detrimento de la calidad y la profundidad del contenido, es más que loable. Es también un modo de sacar a los 'think tanks' y los centros de pensamiento de su torre de marfil y de hacer más relevante su trabajo para una parte de la sociedad que necesita entender lo que ocurre en el mundo. 

Hace unos años, Moisés Naím describía en 'El fin del poder' cómo este era cada vez más fácil de alcanzar y más fácil de perder, teñido por la velocidad del cambio que caracteriza nuestro tiempo. Ahora podemos 'ver'. también. cómo en su transformación el poder no es monolítico, sino una gran tela de araña que atraviesa países, personas y relaciones. El nacionalismo, como valor en alza en muchos lugares del planeta, conjuga mal con la interdependencia en la que inevitablemente vivimos. Esa tensión marcará el poder en las próximas décadas.

Suscríbete para seguir leyendo

TEMAS