Libertad de expresión

El laberinto Valtònyc

No parece necesario desear la muerte de nadie para mostrar una dura crítica social

Spanish rapper Jose Miguel Arenas Beltran, better known as Valtonyc, speaks to journalists about his extradition case on November 26, 2019, in Brussels. - Josep Miquel Arenas seeked asylum in Belgium after he was accused of glorifying the Basque separatist group ETA, insulting the Crown in Spain, and threats in his songs, and sentenced to three and a half year in prison by Spanish justice. (Photo by Kenzo TRIBOUILLARD / AFP)

Spanish rapper Jose Miguel Arenas Beltran, better known as Valtonyc, speaks to journalists about his extradition case on November 26, 2019, in Brussels. - Josep Miquel Arenas seeked asylum in Belgium after he was accused of glorifying the Basque separatist group ETA, insulting the Crown in Spain, and threats in his songs, and sentenced to three and a half year in prison by Spanish justice. (Photo by Kenzo TRIBOUILLARD / AFP) / KENZOTRIBOUILLARD / AFP

Álex Sàlmon

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La decisión del Tribunal de Apelación de Gante de rechazar la extradición a España de Valtònyc abre la puerta a que en Bélgica se puedan componer bonitos rapeos que digan, por ejemplo, “que explote un bus del Vlaams Belang con nitroglicerina cargada” o que “Van Grieken merece una bomba de destrucción nuclear". Y ya, de paso, introducir unos versos que describan algo así como: "Llegaremos a la nuez de tu cuello, cabrón, encontrándonos en el palacio del Sajonio-Coburgo, kalashnikov”.

Para situar, el Vlaams Belang es el principal partido del Parlamento flamenco (extrema derecha, por cierto), Van Grieken es su líder, y el Sajonio, el rey Felipe I de los belgas, muy criticado, por cierto, al recibir a un partido tan extremista cuando fue el ganador de las elecciones flamencas en 2019. Recepción que no ocurría desde 1936, con Leopoldo III.

La prueba del algodón del cambio de nombres acostumbra a funcionar. La libertad de expresión lo aguanta todo hasta que los propios conceptos se distorsionan por la cercanía. Todo se transforma en la evidencia de una gestualidad excesiva y deforme. Cuanto más cerca, cuanto más propio, huele peor.

Entrar en el laberinto de la libertad de expresión siempre tiene sus riesgos. No hay tabla rasa que la soporte, aunque la prueba de la apología acote bien muchas ideas limitadas a incitar, por ejemplo, al racismo o a la violencia de género.

Claro que poco podía sospechar José Miguel Arenas Beltrán, o sea Valtònyc, cuando compuso su trabajo a los 17 años, que sus versos acabarían así. De la misma forma que Jorge Campos, entonces presidente de la Sociedad Cultural Círculo Balear y protagonista de los ataques del rapero, hoy presidente de Vox en Baleares, y denunciante, tampoco esperaba convertir al entonces joven rapero en icono de rebeldía.

Libertad de expresión o no, justicia flamenca o del Tribunal Supremo, no parece necesario desear la muerte de nadie para mostrar una dura crítica social. Cuando lo más interesante de Valtònyc, en 2012, era la utilización del mallorquín en sus raps. Rap rural.

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