Mossos

El silenciado cese del 'major' Trapero

Su caída es injusta para él, pero es triste para el país, porque confirma que en Catalunya se sigue priorizando mantener la ficción de un relato por encima de la meritocracia

El mayor de los Mossos d’Esquadra, Josep Lluis Trapero, en la celebración del Dia de les Esquadres, a 22 de octubre de 2021, en Barcelona, Catalunya (España). Barcelona acoge este viernes el ‘Día de les Esquadres’, la fiesta del cuerpo de los Mossos d’Esquadra. Este evento se celebra tradicionalmente el 22 de abril. Sin embargo, este año la celebración fue pospuesta debido a los datos de contagios por coronavirus que Cataluña registraba el pasado mes de abril. 22 OCTUBRE 2021;MOSSOS D'ESQUADRA;POLICÍA;TRAPERO David Zorrakino / Europa Press 22/10/2021

El mayor de los Mossos d’Esquadra, Josep Lluis Trapero, en la celebración del Dia de les Esquadres, a 22 de octubre de 2021, en Barcelona, Catalunya (España). Barcelona acoge este viernes el ‘Día de les Esquadres’, la fiesta del cuerpo de los Mossos d’Esquadra. Este evento se celebra tradicionalmente el 22 de abril. Sin embargo, este año la celebración fue pospuesta debido a los datos de contagios por coronavirus que Cataluña registraba el pasado mes de abril. 22 OCTUBRE 2021;MOSSOS D'ESQUADRA;POLICÍA;TRAPERO David Zorrakino / Europa Press 22/10/2021 / David Zorrakino / Europa Press

Ernest Folch

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Es muy significativo que en un país donde cualquier anécdota se eleva a la categoría de acontecimiento histórico, el cese fulminante del 'major' de los Mossos haya pasado en medio de un silencio general, como si molestara. Resulta que el policía que fue convertido en héroe aquel trágico 17-A ha sido finalmente abandonado a su suerte por los que en su día le encumbraron. Nada mejor que el ascenso y caída del 'major' Trapero para entender qué es lo que le ha pasado a Catalunya en los últimos años. Fue aparentemente elevado a los altares por su gran labor antiterrorista, cuando en realidad fue únicamente por la necesidad de crear la impresión, a las puertas del octubre caliente del 2017, de que Catalunya tenía una policía moderna, ejemplar y humana para el nuevo Estado que estaba a punto de nacer. Llegó el 1-0, y Trapero se negó con valentía a que los Mossos usaran la fuerza para evitar que la gente acudiera a unas simples urnas, y esto le convirtió en el objetivo inmediato del Madrid ultra, que le trató como si fuera un sedicioso independentista. A continuación, fue cesado con el 155, pero ya por aquel entonces empezaba a estar entre dos aguas: el soberanismo empezó a sospechar de su independencia de criterio y los tertulianos del régimen dejaron de citarle como uno de los mártires de la patria. El punto de no retorno llegó con el juicio del 'procés', donde confesó que tenía preparado un dispositivo para detener a Puigdemont si así se le requería judicialmente. Fue el momento en que se convirtió en otro traidor oficial más, hasta que sorprendentemente el conseller Sàmper lo rehabilitó con buen criterio, y por un momento pareció que los méritos eran más importantes que las simpatías políticas.

Fue un espejismo: el cambio de Govern fue el principio de su fin, que ejecutó finalmente el 'conseller' Elena en una triste comparecencia, en la que intentó esconder sin éxito que se trataba de un cese eminentemente político. En una de estas ficciones típicamente catalanas, Elena argumentó que se cesaba a Trapero para facilitar un "cambio generacional" y una "feminización" en la cúpula de las Mossos, pero anunció que lo sustituía por un policía hombre y solo cinco años más joven. No, el cese de Trapero no se debió a ninguna voluntad de renovación, sino a la necesidad de mantener el relato procesista hasta el final. Porque Trapero ha sido en realidad un dique de contención en contra de todos los polos del conflicto catalán: de los que querían pegar a los votantes y de la extrema derecha mediática y judicial madrileña, pero también del independentismo mágico, que sabe que tiene que seguir pedaleando si no quiere caerse de la bicicleta. Así se explica por qué, ante su escandaloso cese, ha habido este silencio atronador de ERC y Junts, dos partidos peleados en todo pero sospechosamente de acuerdo en el cese del 'Major', sobre el que han pasado de puntillas como si fuera un tema menor. La caída de Trapero es injusta para él, pero es triste para el país, porque confirma que en Catalunya se sigue priorizando mantener la ficción de un relato por encima de la meritocracia. Y es que el 'major' ha sido una víctima más de los políticos que, desde 2017, dividen a la sociedad entre buenos y malos, entre puros e impuros. Trapero, en una zona de grises, con sus matices, sus aciertos y sus errores, le recordaba a demasiada gente, aquí y allí, que la realidad es siempre compleja y poliédrica. Algún día sentiremos vergüenza de algunas de las cosas que nos han sucedido en los últimos años. El cese con silenciador del 'major' Trapero será con seguridad una de ellas.

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