Opinión | Restricciones

El Periódico

Toque de queda en Navidad

Más allá de algún desalojo concreto y de una manifestación negacionista, lo cierto es que esta primera prueba de fuego se ha saldado sin incidentes

Primera  noche de toque de queda

Primera noche de toque de queda / Jordi Otix

Después de la implantación de las estrictas medidas anunciadas por la Generalitat, que contrastan con las que se aplican en otras comunidades autónomas y con las propuestas de manera general por el Gobierno español, la Nochebuena y la noche del día de Navidad se presentaban como un punto de referencia para calibrar cómo respondía la ciudadanía en unas fechas tan celebradas y con tanta posibilidad de aglomeraciones. Podría haberse dado el caso, como ya ocurrió durante el verano, que la restricción de las reuniones a diez personas y, especialmente, el toque de queda (entre la 1 y las 6 de la mañana) en los municipios de más de 10.000 habitantes con una incidencia a 7 días superior a los 250 casos por cada 100.000, derivara en macrobotellones o en fiestas en la calle no permitidas, que desembocaran en situaciones difíciles de controlar desde el punto de vista del orden público. Todos recordamos lo que pasó entonces, con escenas – especialmente en las zonas turísticas y en la playa– para nada edificantes. Esta vez, sin embargo, con el ocio nocturno también cerrado y con el toque de queda en vigor (una medida, por otra parte, útil a los ayuntamientos para evitar episodios de concentración en la vía pública), no se han dado casos especialmente relevantes. Más allá del desalojo que la Guardia Urbana de Barcelona tuvo que practicar en la calle Mandri y alrededores, con aglomeraciones en los bares de la zona, y más allá, también, de las manifestaciones negacionistas por las calles de la ciudad en contra de las restricciones, con unas 600 personas, la mayoría sin mascarillas y sin distancia de seguridad, lo cierto es que esta primera prueba de fuego se ha saldado sin incidentes remarcables. 

Recordemos que el toque de queda, en vigor hasta el 7 de enero, afecta a 125 municipios catalanes, los más poblados y, en consecuencia, aquellos donde podrían darse situaciones más comprometidas. La buena noticia es que se ha impuesto, de manera mayoritaria, la conciencia cívica en el respeto a unas medidas controvertidas (y puestas en duda por algunos expertos y por los sectores más directamente afectados) que han de servir, no obstante, para intentar rebajar las cifras de la sexta ola, hoy por hoy críticas, con el riesgo de rebrote disparado y con una situación general parecida a la que vivimos, por ejemplo, en el pasado julio. Tanto el cierre del ocio nocturno como las restricciones en las reuniones o el toque de queda generan polémica, en especial desde la remisión del estado de alarma, en mayo pasado, y la asunción de las acciones por parte de cada comunidad autónoma y las consecuentes divergencias en el ámbito judicial, pero lo cierto es que, una vez implantadas, corresponde también al ciudadano, en ejercicio de su responsabilidad individual, contribuir, con una menor interacción, a la remisión de la curva pandémica.  

Queda por observar cómo se desarrollarán los acontecimientos en Nochevieja, una fiesta con más tendencia que la Navidad a la hora de generar concentraciones y de alargar la noche. Será otro punto determinante del momento que vivimos. Es de desear que la valoración que podamos hacer al día siguiente siga la misma tónica que la que nos han reportado las noches del 24 y 25 de diciembre. Por el bien de todos.