Navidad

El regalo del tiempo

Propongo algo casi revolucionario: no llenarse la agenda

El reloj de la Puerta del Sol.

El reloj de la Puerta del Sol. / José Luis Roca

Andrea Pelayo

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Estas Navidades, las cartas a los Reyes Magos estarán llenas de una petición encubierta. Tiempo. Eso que nunca queremos perder, que nos falta siempre. La única opción que contemplamos respecto a él es optimizarlo. Incluso ganarlo. Porque se nos escurre entre los dedos y otra vez es final de diciembre, otra vez son fiestas y de nuevo el año ha ido a parar quién sabe adónde. Una sensación acentuada para muchos por la pandemia, que ha puesto en pausa las vidas hasta un punto en que parecería que estos dos años son solo un paréntesis, un inciso. Solo que no aclara demasiado y lo complica todo.

Por eso nos lanzamos a pedirle a los Reyes cosas que nos permitan ahorrar tiempo. Un robot de cocina que guise. Un robot aspirador que limpie. Un patinete que nos lleve. Esto era el futuro, ¿no? La mecanización de todo. Lo que los libros y las películas no nos habían explicado era que uno de los principales motivos de estos avances es que no llegábamos a nada, que no nos daba la vida. 

Tampoco es raro que en los amigos invisibles que se celebran estas semanas, un amigo regale tiempo a otro. Tiempo juntos. Para compartir. Para coincidir. Porque en el día a día, eso es difícil. En estas vidas con horario de oficina y jornada partida –eso, los que tienen suerte y no trabajan en comercios o en empleos sin jornada clara o doblan turnos para llegar a fin de mes– muchos sienten que las responsabilidades de la vida adulta, las amistades, la familia o las aficiones no encajan, no cuadran, provocando frustración.

Queremos tiempo. Pero cuando lo tengamos, habrá que saber qué hacer con él. Propongo algo casi revolucionario: no llenarse la agenda. No volver a no tener tiempo. Usarlo, al menos de vez en cuando, para parar un momento. Dos. Tres. Detenerlo. Autoengañarse y que parezca que no está pasando realmente. No hacer absolutamente nada. Aburrirse. Notar el degoteo de minutos. Que no vuelva a acabarse el día sin saber cómo. No encadenar tareas. Saber que existe realmente y que no solo pasa volando nuestro bien más preciado. 

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