Cambio en la cúpula del cuerpo
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Preservar el prestigio de los Mossos

La forma y las razones aducidas para sustituir al mayor Trapero abren un debate sobre los límites entre lo político y lo profesional

La Audiencia absuelve a Trapero al descartar que estuviera de acuerdo con los líderes del 'procés'

La Audiencia absuelve a Trapero al descartar que estuviera de acuerdo con los líderes del 'procés' / José Luis Roca

La sustitución del mayor Trapero como máximo responsable del cuerpo de los Mossos d’Esquadra por el comisario Josep Maria Estela entra plenamente dentro de las competencias de la ‘conselleria’ de Interior. Pero la personalidad del cesado y sus idas y venidas al frente del cuerpo levantan susceptibilidades ante las razones aducidas y casi ante cualquier otras que se pudieran alegar. El ‘conseller’ de Interior, Joan Ignasi Elena, ha justificado el cambio por la necesidad de proceder a un relevo generacional en la cadena de mando del cuerpo, y de acentuar la identidad de los Mossos como policía de proximidad. Ha hecho referencia, también, a la voluntad del departamento de promover mujeres policías hasta conseguir que estas alcancen al menos un tercio de la cadena de mano. Los objetivos son más que aceptables, como lo es también la necesidad de una mayor adaptación del cuerpo a las tecnologías que requiere hoy la persecución del crimen. Sin embargo, nada indica que Trapero, que en reiteradas ocasiones ha expresado su compromiso con estos objetivos hasta donde sabemos, no estuviera en disposición de acometer las transformaciones que reclama la policía autonómica en la próxima década. 

Ello abre la puerta a que algunos puedan interpretar, incluido el propio Trapero, que las motivaciones políticas se han sumado o han pesado más que las de carácter funcional y que ha jugado un papel la escasa simpatía que el mayor suscita entre algunas fuerzas independentistas desde que reveló, ante el Tribunal Supremo, que tenía preparado un plan para detener al presidente de Generalitat, Carles Puigdemont, y al vicepresidente, Oriol Junqueras, en caso de que un juez se lo hubiese ordenado, en los días convulsos de finales del año 2017. Aquellas palabras de Trapero, a las que nunca ha renunciado, causaron estupor en algunas filas independentistas. Un hombre que había sido encumbrado por otra parte del independentismo a una condición de héroe, tras los éxitos cosechados por los Mossos en la actuación contra los responsables de los atentados yihadistas de Barcelona y Cambrils, pasó en pocos días a ser considerado como un traidor a una causa a la que nunca se había adherido. Trapero, al que habían alabado por la célebre y poco afortunada fotografía suya durante una paella en Cadaqués junto al ‘expresident’ Puigdemont –su principal avalador en el nombramiento como mayor y en su vuelta como jefe del cuerpo con el ‘conseller’ Sàmper–, pasó a ser considerado como un policía poco de fiar. Lo que sería del todo inaceptable es que esta destitución fuera un episodio más de las divergencias entre Esquerra y Junts o incluso entre ambos y Puigdemont. 

Tanto el ‘conseller’ Elena como el comisario Estela tienen ante sí la oportunidad de demostrar que las sospechas políticas que pueda haber suscitado la destitución de Trapero –inevitables ante un policía de tan marcada y controvertida personalidad– no han sido las determinantes y que, efectivamente, el cambio en la cúpula policial catalana puede contribuir a implementar los objetivos fijados por el Govern para los Mossos. Empezando por un mando menos personalista y más colegiado, en el que tengan un papel los comisarios ascendidos en los últimos años y que cuentan con reconocidas hojas de servicio. Todo ello, preservando del legado de Trapero lo que este tiene de más relevante: su decidida defensa de los Mossos como una policía que se debe a las leyes que emanan del Estatut d’Autonomia y la Constitución, especialmente cuando actúan como policía judicial.