La nota

De Iceta a Illa

El PSC se ha recuperado porque se mantuvo en lo suyo (el autogobierno) y no se dejó arrastrar por los radicalismos emocionales

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y Salvador Illa, saludan a los asistentes al término del congreso del PSC

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y Salvador Illa, saludan a los asistentes al término del congreso del PSC / JORDI COTRINA

Joan Tapia

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El congreso del PSC del domingo ha culminado el cambio de las elecciones del pasado febrero. El entonces primer secretario, Miquel Iceta, fue nombrado ministro y Salvador Illa, hasta hacía poco titular de Sanidad, fue candidato a la Generalitat y convirtió al PSC en el primer partido catalán. Ahora, Iceta pasa a ser presidente del PSC, cargo no ejecutivo, e Illa asume la primera secretaría con un gran cambio en la ejecutiva. Un cambio que parte de la política iniciada por Iceta en 2014. Y, aún antes, por Pere Navarro.

Tras la sentencia del Constitucional en 2010 contra el Estatut (siendo presidente Zapatero), y el inicio del 'procés' con el derecho a decidir de Artur Mas en 2012, el PSC no solo perdió la presidencia de la Generalitat sino que sufrió una gran sangría de apoyos. Los teóricos (o corifeos) de Artur Mas aseguraron que el PSC estaba condenado a la marginalidad, porque se había quedado fuera de la nueva centralidad catalana: el derecho a decidir y la independencia.

Nueve años más tarde, el PSC es el primer partido mientras la antigua CDC se autoliquidó, varios grupos discuten su herencia y el más importante (JxCat) no es el que apoyó Mas en las últimas elecciones. Y ERC preside la Generalitat.

¿Por qué el PSC se ha recuperado? Quizás porque en un ambiente muy tensionado, se pegó a lo suyo (el autogobierno) y no se dejó satelizar por un independentismo que la mayoría de sus electores no compartía. Pero también se cuidó mucho de caer en el radicalismo antiseparatista. Ya en las elecciones del 2017 -poco después del fracaso de la famosa DUI- Iceta afirmó que el indulto a los procesados sería un paso útil para la normalización. Y así ha sido, hasta el punto que el 'ABC', en su encuesta del pasado domingo -en la que inquiere sobre las decisiones polémicas de Pedro Sánchez- ni pregunta sobre los indultos.

Este federalismo catalanista, sin estridencias, en el que se veía coherente que militantes del PSC fueran ministros en Madrid -como Narcís Serra y Ernest Lluch, con éxito en Defensa y Sanidad- es lo que han vuelto a respaldar muchos catalanes al hacer la lista más votada a la de Salvador Illa, ministro de Sanidad durante buena parte de la pandemia. Iceta, con 17 diputados y el 13,8% de los votos, frenó la caída en las elecciones del 2017 y, en febrero, Illa ha casi doblado los diputados (33) y ha obtenido para el PSC el mayor porcentaje de votos desde Pasqual Maragall.

El conflicto catalán sigue ahí, pero está claro que el clima político (no solo por la mesa de negociación con Madrid) es muy distinto al de la pasada legislatura. Illa pretende gobernar Catalunya y ha ampliado y rejuvenecido un equipo que quiere, para empezar, dar la batalla en las próximas municipales. La meta -gobernar Catalunya- no es fácil, pero el PSC, como muchos partidos socialdemócratas, está bien anclado en su país, y quiere formar parte de las soluciones. 

Pero las ideologías no son la garantía. El SPD, clave en el resurgir del PSOE en la Transición, vuelve a tener la cancillería en Alemania tras doce años de colaboración con Merkel. A otros partidos socialistas más dogmáticos -como el francés- les va mucho peor. Es en el modelo alemán -que aúna la voluntad de progreso social con saber gobernar sin aspavientos- en el que el socialismo catalán -y el español- deben mirarse.

El PSC está de vuelta porque ha asumido algo nada populista: que en las atribuladas democracias de hoy el respeto a la pluralidad y la competencia deben primar sobre el radicalismo de las emociones.   

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