Manifestaciones antipasaporte covid

¿Qué contagian los niños?

Los manifestantes sostienen pancartas que dicen "los niños solo transmiten amor y alegría", "si la ley nos niega la vida, viviremos fuera de la ley", durante una manifestación contra el pase de salud Covid-19, con el que las autoridades pretenden limitar la propagación del Pandemia Covid-19, en Barcelona , el 11 de diciembre de 2021. - Varios países de Europa y Asia han impuesto pasaportes vacunales para viajar o para acceder a determinados espacios públicos. (Foto de LLUIS GENE / AFP)

Los manifestantes sostienen pancartas que dicen "los niños solo transmiten amor y alegría", "si la ley nos niega la vida, viviremos fuera de la ley", durante una manifestación contra el pase de salud Covid-19, con el que las autoridades pretenden limitar la propagación del Pandemia Covid-19, en Barcelona , el 11 de diciembre de 2021. - Varios países de Europa y Asia han impuesto pasaportes vacunales para viajar o para acceder a determinados espacios públicos. (Foto de LLUIS GENE / AFP) / LLUIS GENE/AFP

Ernest Alós

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Hace un par de sábados me topé con la manifestación semanal contra el pasaporte covid, la vacunación infantil y otras maldades en la Via Laietana. La curiosidad me pudo y, con la mascarilla bien prieta la recorrí arriba y abajo un par de veces. No sé qué me dejó más mal cuerpo, pensar cuánto sistema inmune abierto de par en par al virus había concentrado allí (¿cuenta como práctica de riesgo zambullirse entre tantos presuntamente no vacunados?), la monotonía rítmica con que se repetía el mantra 'Libertad' (ver vídeo: me recordaba al 'Soma, soma' de una versión añeja para TV del 'Mundo feliz' de Huxley) o las pancartas que enarbolaban. Que iban de lo insultante a lo bochornoso, sin que faltase en ningún caso la demagogia.

Insultantes, las que acusaban de fascistas a los sanitarios. Burdas, las que comparaban el pase covid con la selección de residuos, con los no vacunados tratados como fracción orgánica ("separa la basura, no las personas"). Estupefacientes, las que denunciaban la "plandemia para reducir la población mediante la eugenesia" (¿en qué quedamos?). Irritantes, las sonrisas de satisfacción, convencimiento y superioridad frente a los ciegos a su 'verdad' que miraban desde las aceras. Indignantes, las que comparaban la exigencia de vacunación para entrar en espacios cerrados con el genocidio nazi (no hacer como ellos es una razón más para evitar utilizar la palabra 'negacionista', contaminada por su uso acuñado para definir al negacionismo neonazi del Holocausto, al referirme a los, según sea el caso, conspiranoicos, irresponsables, desinformados, fanáticos, iluminados o egoístas). Si había alguien simplemente con dudas razonables sobre si es prioritario vacunar a niños aquí o a ancianos allí, o sobre si el pasaporte covid más que garantizar la restauración como espacio seguro busca presionar a los reacios a las vacunas por la puerta de atrás ante la imposibilidad legal de hacerlo de cara, no llevaba ningún cartelito que lo identificara como razonablemente escéptico. O quedaba eclipsado por los de los fanáticamente convencidos.

Pero puede ser que la más significativa (y sintomática del repunte de las protestas en cuanto se ha entrado en el territorio 'a mi hijo ni tocarlo') fuese la que rezaba 'Los niños solo contagian amor y alegría'. Cuánto daño ha hecho la hijolatría de tantos padres y madres. Pidan a algún maestro que se lo explique.

Manifestación contra el pasaporte covid y la vacunación infantil

Los niños contagian, por supuesto. Catarros, piojos y lo que pase por allí. Y sí, el covid.

Los niños pueden contagiar, pero no necesariamente "solo", amor y alegría. Lo pueden hacer tanto si viven en una burbujita acolchada como cuando las pasan putas, y entonces pueden llegar a ser admirables. Pero también los hay que sufren tanta maldad, odio o pobreza en sus carnes que no les quedan reservas de alegría para ir regalando. O que están tan abandonados que no encuentran a quién ofrecerla. O que sufren enfermedades mentales que hacen que, aunque merezcan recibir todo el amor que se les pueda dar, no contagien más que dolor. O los hay que son unos cabroncetes, un borrador provisional y aún enmendable del cabronazo que serán cuando sean como nosotros, frente a quienes que la labor de sus familias para sacar lo mejor de ellos es más una guerra que una fiesta. O que simplemente tienen ratos de todo, como todos.

Puede que los portadores de las pancartas vivan en un mundo en el que los niños son seres de luz. La ceguera selectiva a la realidad explicaría muchas de esas pancartas, además de la crianza de niños consentidos y superprotegidos. O puede que sepan muy bien qué puntos débiles presionar para reclutar nuevos acólitos.

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