Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

Pesadilla antes de Navidad

En las cenas de empresa, mejor sentarse al lado de una mujer o fingir indisposición

Cena de empresa de Navidad

Cena de empresa de Navidad

Acabo de leer en un diario económico que un contagio en una cena de Navidad se puede considerar accidente laboral. Viene esto a cuento de los 80 sanitarios que se contagiaron en una cena así. Me vuelve a la cabeza, como un rebote duro de pelota, el suplicio que suponían las cenas de Navidad cuando yo trabajaba para la empresa privada.

Yo era la única mujer dentro del cuadro de ejecutivos de la compañía, y la más joven. El tipo de acoso que recibía está profusamente narrado en la novela 'Amor, curiosidad, prozac y dudas'.

En la empresa en la que trabajaba –unos 500 empleados–, los devaneos del jefe de personal, casado, eran de sobra conocidos. Las trabajadoras siempre recibían algo a cambio de sus atenciones. Un horario mejor, el turno de mañana o un pequeño ascenso.

Consecuencias del 'no'

Para mi mayúscula sorpresa, en aquella cena él cambió el orden de las sillas y se colocó a mi lado. A los postres ya me estaba haciendo insinuaciones a las que respondí con un "no" tajante, y no precisamente amable.

Este artículo es corto y no voy a contar la infinidad de problemas que aquel "no" me creó. Lo cierto es que, al cabo de seis meses, yo dimití. No fue él la única razón de mi decisión, pero sí pesaron sus continuas salidas de tono en las reuniones, por ejemplo. Las gracias que le reían y de las que nadie me defendió nunca.

Cuando cuento esta historia en mi perfil de Instagram, empiezo a recibir cientos de mensajes. Mujeres que tienen que acudir a la cena de Navidad, pues si bien la asistencia no es obligatoria, la empresa presiona, y mucho. Todas saben que es mejor sentarse al lado de una mujer, fingir algún tipo de indisposición o de tratamiento con antibióticos para evitar beber, irse la primera, volver a casa en taxi o en tu coche, y no aceptar invitaciones de compañeros de trabajo para acompañarte. Estas recomendaciones se van pasando de unas a otras, así como los nombres de los potenciales acosadores.

Protocolos que no funcionan

Me han contado auténticos horrores de cenas de Navidad en empresas, en másteres universitarios, en servicios de funcionariado. Y lo triste es que en todas las historias ellas acababan buscándose otro trabajo.

¿Hubiera podido yo, por ejemplo, probar lo que aquel señor me dijo en aquella cena si nadie lo escuchó? ¿Hubiera podido probar la relación directa entre mi negativa y sus desplantes sutiles pero constantes, como la gota de agua que acaba por formar una estalactita?

En los protocolos de acoso de las empresas se supone que el primer paso de la acosada debe ser el contacto con el departamento de Recursos Humanos, donde deberá dejar constancia por escrito de la situación. Pero, ¿qué podía hacer si en mi caso al acosador era precisamente el director de Recursos Humanos?

22% de acoso en las editoriales

En mi última novela, 'Selene y los cuatro elementos', la editora, Fulvia, sufre acoso por parte de su jefe. A partir de ahí busqué estadísticas de acoso en la industria editorial. Un 22 % de las mujeres lo había sufrido. Casi una de cada cuatro. Lo que me llamó la atención es que todas ellas decían que en su empresa existían protocolos de acoso. Y se supone que la industria editorial capta a las personas más cultas, progresistas y académicamente preparadas (ejem) que se dedican a escribir libros y a cambiar conciencias (más ejem).

En fin, si ya las mujeres tienen que bregar con las insinuaciones sutiles, las miraditas soterradas, las gracietas que bordean la línea de lo ofensivo... ¿A qué mente preclara se les ocurre ponerlas en una situación incómoda sacándolas de la oficina y llevándolas a un entorno en el que habrá alcohol, baile y oscuridad? (sí, la cena de Navidad suele acabar con un baile y unas copas). A un hombre, entiendo, que suelen ser los directores de recursos humanos.

Visto lo visto, no es de extrañar lo que me contaba una de las chicas que me escribió. Cada año acude a la cena de empresa con la misma camiseta, en la que se ve una imagen de la película 'Pesadilla antes de Navidad'. Curiosamente, ni sus jefes ni sus compañeros han captado la indirecta.

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