Sexismo en los juguetes

Queridos Reyes: no me traigáis el balón

Uno, que no quiere pasar por machista, tiene que seguir toda indicación, cosa nada fácil. Con lo sencillo que era cuando todo el mundo jugaba a lo que quería

Juguetes

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Albert Soler

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En Catalunya nos van a quitar las pistas de fútbol de los colegios. Se conoce que son machistas. Es de prever que eso sea solo un primer paso y, puesto que la educación empieza en el hogar, pronto se prohíba también en las calles jugar al fútbol, que hay chavales tan díscolos que con un par de piedras se montan una portería, los muy machistas. Yo, a la que vea unos niños pateando un balón, se lo reviento de un navajazo, menudo soy cuando me pongo feminista.

Al mismo tiempo, el ministro Garzón impulsa una huelga de juguetes para reivindicar que no los hay ni masculinos ni femeninos. Yo ahí veo alguna contradicción: si los juguetes no entienden de sexo, no entenderán tampoco de ello los deportes, y si los niños pueden peinar a la Barbie, también las niñas deben poder chutar a gol. Eso es un sinvivir, porque uno, que no quiere pasar por machista, tiene que seguir toda indicación, cosa nada fácil. Con lo sencillo que era cuando todo el mundo jugaba a lo que quería. Debe de ser que los niños y niñas de hoy son gilipollas y saldrían averiados si se les dejara jugar en paz, no como los de antes, que jugábamos a lo que nos daba la gana, inconscientes nosotros, ignorando que estábamos poniendo en riesgo nuestra mente, tal vez nuestra vida.

Juro que hago lo que puedo. A mis dos hijos mayores los reyes les traían siempre muñequitas, con su camisita y su canesú. En lugar de agradecérmelo, las decapitaban y las echaban a la basura, los muy pelmazos insistían en reclamar un balón de reglamento, como Zipi y Zape. Ya de mayores, aceptaban la muñeca, siempre que fuera hinchable y el último modelo del mercado, señal de que poco a poco van tomando el buen camino.

Con la niña fue distinto, qué problemas con la niña. Ignoré su carta a los reyes y le compré un AK-47 de juguete, recordando la ilusión que me hizo el revólver cuando yo era niño. En lugar de agradecerlo, pilló un berrinche, y venga llorar y venga insistir con la muñeca. ¡Una niña jugando con una muñeca! En mi casa, jamás, que no quiero que los vecinos piensen que somos sexistas. Así que le di de bofetones hasta que me dolieron las manos, para que agarrara el fusil automático y jugara a matar infieles, como una buena niña no sexualizada. Ni por esas. Su madre, llorando también, se puso de su parte, pero no me ablandé. Hoy es ya mi exmujer. Da igual, hay que conseguir que niños y niñas no se distingan a la hora de jugar.

Por fortuna, tengo cuatro hijos, no me faltan oportunidades para seguir experimentando, y ahora estoy con Ernest, el pequeño, que pide la Play, ignorando que el fútbol es un deporte machista. Le voy a comprar una muñeca que hace pis y llora si le quitas el chupete, para que se forme como ciudadano. Y si protesta, que proteste, en casa no queremos machismo. Además, eliminar el fútbol es positivo no solo para los niños, también paran los adultos, que uno ve al Barça y le entran ganas de declararlo ilegal en todo el mundo, y eso que nos vamos a ahorrar en disgustos.

Lo bueno de tener un niño presidiendo el ‘governet’ catalán es que se preocupa por las cosas importantes de su edad, sea la lengua que deben hablar los alumnos en el patio, sea los juegos con que deben divertirse. Aun así, ya me gustaría a mí ver su carta a los reyes, que esta gente acostumbra a ordenar a los demás lo que no cumplen en su casa. Capaz es de haber pedido un coche de carreras en lugar de una cocinita.

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