En clave europea

La OTAN y Ucrania

La promesa oficial de 2008 de que Ucrania será miembro de la OTAN ha empeorado la seguridad del país y de Europa. Dado que EEUU y la OTAN ya han reconocido que no irán a la guerra con Rusia por Ucrania, quizá ha llegado el momento de recuperar el sentido común y la ‘realpolitik’.

Vladimir Putin saluda a residentes en Crimea.

Vladimir Putin saluda a residentes en Crimea. / periodico

Eliseo Oliveras

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Desde hace una quincena de años, el posible ingreso de Ucrania en la OTAN es el principal motivo de enfrentamiento con Rusia y el mayor foco de desestabilización militar en el continente europeo. La promesa de 2008 de una integración futura de Ucrania en la OTAN no reforzó la seguridad del país, sino todo lo contrario: Rusia se anexionó Crimea en 2014, el Gobierno ha perdido el control de una parte de las regiones rusófonas del Donbás y el país está atrapado desde hace siete años en una guerra civil.

Tanto el presidente norteamericano, Joe Biden, como el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, han dejado claro estos días que no enviarán soldados a Ucrania para prevenir o detener una eventual invasión rusa, después de que Moscú acumule tropas cerca de la frontera por segunda vez este año. La obligación de defensa mutua de la OTAN “no se extiende a Ucrania”, precisaron Biden y Stoltenberg. EEUU y la OTAN solo están dispuestos a aplicar sanciones económicas duras y enviar material militar en caso de invasión. El presidente ruso, Vladimir Putin, por su parte, ha reclamado “garantías jurídicas” de que Ucrania no entrará en la OTAN, ni se desplegarán sistemas de misiles aliados en los países fronterizos con Rusia.

En la cumbre de Bucarest, los líderes de la OTAN prometieron formalmente el 3 de abril de 2008 que Ucrania “se convertirá en miembro” de la Alianza Atlántica, sin precisar ni cuándo, ni cómo, aunque Rusia avisó que era “una amenaza directa” para su seguridad. La promesa formal a Ucrania y a Georgia fue impuesta por el presidente norteamericano George W. Bush, en contra de Alemania y Francia, que no se atrevieron a vetarlo para no reabrir la fractura de la OTAN de 2003 a raíz de la invasión de Irak.

Una promesa con riesgos

Bush no quiso tener en cuenta si esa promesa reforzaba la seguridad de la OTAN o aumentaba el riesgo de conflictos en Europa, lamentaron fuentes diplomáticas europeas. Los servicios de inteligencia estadounidenses también estaban en contra, pero Bush desestimó sus objeciones, recuerda Fiona Hill, entonces oficial de inteligencia. La oposición de Francia, Alemania, Italia y España aplazó la aprobación del Plan de Adhesión de Ucrania y Georgia, que quedó aparcado tras la aplastante derrota republicana en las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre de 2008 frente al candidato demócrata Barack Obama.

Dos halcones de la política exterior norteamericana durante la Guerra Fría, los antiguos consejeros de Seguridad Nacional Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski, ya señalaron que la única salida realista para asegurar la estabilidad en la zona oriental de Europa es garantizar a Rusia que Ucrania nunca ingresará en la OTAN. Kissinger, en una tribuna en The Washginton Post en 2014, reiteró que “Ucrania nunca debe ingresar en la OTAN” y abogó por un estatuto de neutralidad para el país, similar al aplicado para Finlandia tras la Segunda Guerra Mundial. Kissinger subrayó que “Occidente debe comprender que, para Rusia, Ucrania nunca podrá ser un mero país extranjero”, ya que “ha formado parte de Rusia durante siglos”. Kissinger también advirtió que “demonizar a Putin no es una política, sino una coartada ante una ausencia de política”. Brzezinski en otra tribuna en The Washington Post en 2014 y en una entrevista en la revista alemana Der Spiegel en 2015 también planteó finlandizar Ucrania y dar garantías creíbles a Moscú de que Kiev no ingresará en la OTAN para resolver el conflicto.

Trece años después de la cumbre de Bucarest, la OTAN se encuentra atrapada por una promesa irrealista que no puede cumplir, pero que no se atreve a retirar. Alemania y Francia han mostrado escaso interés en los últimos años para acabar con la guerra del Donbás y desarrollar los aspectos políticos de los Acuerdos de Minsk de 2015 a través de denominado formato Normandía (Berlín, París, Kiev, Moscú), mientras la mejora de la capacidad militar ucraniana alimenta el inmovilismo de Kiev.

En Europa Occidental existe una fatiga y una decepción por las promesas incumplidas de la clase política ucraniana. Los indicadores democráticos son muy mediocres y peores que en 2006, se cierran diarios críticos (Kyiv Post) y los oligarcas siguen controlando el país en medio de una corrupción generalizada. Para EEUU, la prioridad es China y el Pacífico y Biden no quiere ver mermada su capacidad por un conflicto militar en Ucrania, por ello acordó explorar vías diplomáticas con Putin para rebajar la tensión. Europa debería involucrarse en ese diálogo.

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