Pros y contras

Nuevas reflexiones sobre la lengua en las escuelas

Hablar de catalán en la escuela en términos de una imposición dogmática es una falsedad sostenida por quien no conoce la realidad de los patios y las aulas

Alumnos entran a su escuela, el CEIP Castella

Alumnos entran a su escuela, el CEIP Castella / MANU MITRU

Josep Maria Fonalleras

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No dejamos de hablar del catalán, con argumentos, algunos, muy débiles (pensar que "solo" un 25% de castellano en las escuelas es un asunto menor) y, algunos, muy arriesgados (como dar por muerta la inmersión y proponer, como en Euskadi, una escolarización de dos líneas). Algunos abominan de la inmersión con ideas esperpénticas que la equiparan a un cierto totalitarismo, y algunos también la discuten porque, en estos años de desidia institucional, de falta de un control efectivo de la inspección, se ha degradado de tal modo que hablar, ahora, de catalán en la escuela, hablar en términos de una imposición dogmática, es más que una entelequia. Es una falsedad, atizada por quien tiene oscuros delirios nacionalistas o sostenida por quien no conoce la realidad de los patios y las aulas.

Las acciones a favor de la lengua se asemejan a la historia del colibrí que cuenta Carrère en su crónica sobre 'Calais' (Anagrama). El bosque se incendia y todos los animales huyen, excepto un colibrí que “llena su pico minúsculo de agua” y la derrama sobre el fuego. Todo el día, hasta que un hipopótamo le indica que su acción es “irrisoria”. Y el colibrí contesta: “Quizás, pero yo hago mi parte”. Es ahí donde estamos.

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