Análisis

El Barça en la Europa League: una sinfonía del silencio

Busquets y Dest intentan frenar a Davies

Busquets y Dest intentan frenar a Davies / Christof Stache / AFP

Rafael Tapounet

Rafael Tapounet

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Más allá de su atractivo exotismo, con todos esos equipos ignotos de ciudades del centro y el este del continente (la mayoría de los cuales, desgraciadamente, suelen quedar eliminados antes de la ronda de dieciseisavos), la Europa League es, para un club de la exigencia histórica del Barça, una competición 'bajonera', a la que solo se puede sacar algún rendimiento económico en caso de quedar campeón y que, para mayor calamidad, se juega los jueves, con lo que los partidos de Liga del fin de semana siguiente quedan seriamente comprometidos. Por no tener, la Europa League ni siquiera tiene un himno con letra que se pueda abuchear a gusto (de hecho, después de varios cambios desconcertantes, el actual himno de la competición es una pieza llamada ‘Sinfonía del silencio’, así de deprimente es la cosa).

Y aun así, ¿qué quieren qué les diga?, jugar la Europa League parece casi un premio excesivo para un equipo que solo ha sido capaz de marcar dos goles en los seis partidos de la fase de grupos de la Champions. Repito: dos goles. De las 32 escuadras que han participado en esta ronda, solo el Malmö sueco y el Dinamo de Kiev han visto portería menos veces que los azulgranas (el Shakhtar Donetsk también se ha quedado en dos tantos).

El dato, conviene no olvidarlo, pertenece a un club que hace solo unos meses pretendía montar un tinglado llamado Superliga del que iba a quedar fuera, por poner un ejemplo, el Ajax de Amsterdam (seis victorias en seis partidos, con 20 goles a favor y 5 en contra). Es como para ir a la sede de la Uefa en Nyon de rodillas y dándose golpes en el pecho suplicando perdón. Aunque, bien mirado, es posible que la Europa League sea un sofisticado invento del máximo organismo rector del fútbol continental para aplacar justamente la soberbia de los equipos que se creen demasiado grandes y desafían al destino (piensen en el Manchester United); un lugar para la nostalgia y el arrepentimiento, por así decirlo. Si ese es el caso, habrá que dar por bueno el paso del Barça por esa segunda división del balompié europeo, aunque ello implique tener que escuchar una y otra vez la dichosa 'Sinfonía del silencio'. 

Como nadar en lava

Respecto al partido del Allianz Arena, no hay mucho que comentar. Hace ya un tiempo que jugar contra el Bayern es para el equipo azulgrana como nadar en lava y esta vez no fue una excepción. Sobre la música de Wagner decía Mark Twain que “es mejor de lo que suena” y algo parecido podríamos decir del Barça de Xavi: es mejor de lo que juega. O, al menos, eso es lo que queremos creer. A la propuesta del entrenador de Terrassa se le intuyen unas posibilidades de excelencia que, sobre el campo, se traducen en un cuarto de hora de juego esperanzador pero que luego, a medida que avanzan los minutos, se pierden como el mercurio por una grieta.

Y así nos vemos, a las puertas del invierno: jugando la Copa de la Uefa y a 16 puntos de la cabeza de la Liga, como si hubiéramos vuelto a la infausta temporada 2002-2003. Y ni siquiera la inminente apertura del mercado permite al culé concebir esperanzas realistas de una mejora de la plantilla porque, como dicen en ‘Fiebre del sábado noche’, “con cuatro dólares no puedes comprar ni tres dólares”. Son tiempos oscuros y convendrá abrigarse bien.

Suscríbete para seguir leyendo