El impacto social de las estrategias empresariales

Incentivos perversos y riesgo moral

Los sistemas agresivos de compensaciones que están volviendo en algunas empresas puede ser la semilla de malas prácticas como asumir riesgos excesivos o colocar productos que el cliente no necesita

Protesta delante de la delegación del Banco de España en Barcelona por la aplicación de las cláusulas suelo por entidades financieras en el 2015.

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Oriol Amat

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Un incentivo es una compensación que se entrega para conseguir que una persona haga algo, lo haga mejor o más rápido. Se usa para alinear a las personas con los objetivos de la organización

Los incentivos son tan antiguos como la humanidad. Ya en la antigua Babilonia (lo que hoy es Irak), hace más de 4.000 años, el rey Hammurabi en su conocido Código ya incluía preceptos para incentivar que los contratistas entregaran obras de buena calidad y no tuviesen la tentación de usar materiales defectuosos. Actualmente, muchas organizaciones tienen sistemas de retribución variable en base a incentivos que pueden ser monetarios o no, y que pueden premiar el trabajo individual o el colectivo. 

Sin embargo, hay casos en que los incentivos promueven actuaciones que generan un resultado opuesto al deseado. Es lo que se conoce como los incentivos perversos. Un caso muy conocido sucedió durante la dominación británica de la India, cuando el Gobierno aprobó una ley que, para combatir el exceso de serpientes venenosas, compensaba económicamente a los que entregaban serpientes muertas. Como el incentivo económico era elevado y había pobreza, muchos empezaron a criar serpientes para entregarlas y cobrar el premio. Al final, aumentó considerablemente la población de serpientes. Por tanto, el incentivo produjo el efecto contrario. En 1902 sucedió lo mismo con las ratas en la Indochina francesa.

Los incentivos perversos pueden producirse en muchos ámbitos. Es el caso de aquellos vendedores que son retribuidos en base a un porcentaje sobre ventas y venden con elevados descuentos que generan pérdidas. A veces el incentivo perverso provoca que una persona se aproveche de que tiene más información que otra y la engaña para recibir el premio. Un ejemplo es cuando a una persona que necesita un préstamo y ya tiene un seguro de vida, le dicen que es obligatorio contratar otro seguro de vida si quiere el préstamo. Al final acaba con un seguro de vida adicional que no necesita. Este tipo de comportamiento recibe el nombre de riesgo moral y ya fue analizado por Adam Smith en 1776. Se trata de una actuación en la que una persona busca su propio beneficio en perjuicio de otra, a la que engaña aprovechándose de que no tiene toda la información.

Si volvemos a las andadas repetiremos situaciones tan dramáticas como la crisis financiera global de 2008

La combinación de un incentivo perverso y el riesgo moral produce efectos letales. Podemos recordar que esta es la causa principal de la crisis financiera global de 2008. Las hipotecas basura provocaron el colapso de la economía mundial, la quiebra de muchos bancos y la ruina de muchos clientes. Eran hipotecas concedidas a personas con escasa capacidad de devolución y sobre viviendas sobrevaloradas. Se produjo la combinación de un sistema perverso de incentivos que premiaba a los que concedían hipotecas basura y el riesgo moral, ya que sabían que se aprovechaban de la ignorancia de los clientes y también sabían que luego las pérdidas no afectarían al que cobraba el incentivo. Tras el desastre producido, muchas organizaciones han revisado sus sistemas de incentivos limitando los importes, ligándolos al beneficio y no a las ventas, e introduciendo elementos cualitativos, como los resultados de encuestas de satisfacción a los clientes o indicadores de impacto social y medioambiental.

A pesar de estas innovaciones conviene no bajar la guardia. Los sistemas agresivos de incentivos que están volviendo en algunas empresas pueden ser la semilla de malas prácticas como asumir riesgos excesivos, colocar productos que el cliente no necesita e inclusive le perjudican, o empleados que presionan al cliente para que ponga un 10 en la encuesta de satisfacción o directamente le dan al cliente la encuesta rellenada para que la firme. No es difícil aventurar que, si volvemos a las andadas, repetiremos situaciones tan dramáticas como el crack de 2008. Como decía Hegel: “La historia nos demuestra que la humanidad no aprende nada de la historia”. Para que no se cumpla de nuevo la profecía de Hegel conviene diseñar sistemas de incentivos que no promuevan perversidades ni el riesgo moral.

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