Tocando fondo
La ausencia de quienes representan a todos los madrileños en las honras fúnebres por Almudena Grandes retrata el país lamentable -y peligroso- en que nos estamos convirtiendo
Carles Francino
Periodista
Carles Francino
No sé si el título de esta columna resulta el más apropiado. Se supone que tocar fondo incluye el impulso que permite volver a la superficie, pero no veo que el descenso a las profundidades haya terminado. De hecho, hace ya bastante tiempo que dura esta inmersión colectiva en un mar de mierda, pero lo ocurrido en Madrid no puedo -ni quiero- anotarlo a título de inventario. Es más, creo que la ausencia del alcalde de la capital y de la presidenta de la Comunidad en las honras fúnebres por Almudena Grandes -además de su clamoroso silencio inicial- merecen capítulo aparte. Sé que a estas alturas el episodio ya engrosa el inagotable catálogo de escaramuzas verbales que jalonan diariamente la política, singularmente la madrileña; pero insisto: su significado es especial porque retrata el país lamentable -y peligroso- en que nos estamos convirtiendo. O nos están convirtiendo algunos. Creo que la irrupción de la ultraderecha y el seguidismo interesado de quienes presumían de moderados suponen la causa principal -no la única- de esta degradación; pero ni en eso voy a meterme. Lo mío es un lamento ciudadano ante quien no parece entender -o no querer saberlo- qué significa el decoro institucional y la higiene cívica. Ni dónde hay que apartar las barreras de la discrepancia para construir puentes de convivencia.
Yo pensaba que en España enterrábamos muy bien, o eso decía Rubalcaba, pero si ni la muerte de una escritora tan ferozmente madrileña merece el respeto de quienes mandan en Madrid es que estamos jodidos. Más de lo que yo pensaba. Sí, ya sé que era muy roja, ¿y qué? Que el pobre Cuní comentara compungido el otro día cómo algún cabestro de los que pastan por Twitter le afeara su homenaje a una persona “que había insultado a los catalanes” -pobre Almudena, si levantara la cabeza…- entra dentro de lo que, por desgracia, se ha convertido en previsible. Pero lo otro, no. Honrar a Almudena Grandes en su muerte no debería ser algo opcional para quienes representan a todos los madrileños, sean del color político que sean. Definitivamente, nos hundimos.
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