Segundo ridículo de ERC con el blindaje
La 'férrea' defensa del catalán en el cine ya fue caballo de batalla hace poco más de diez años, a finales del segundo tripartito, cuando la cultura y la lengua eran responsabilidad de los republicanos
Xavier Bru de Sala
Escritor y periodista.
Xavier Bru de Sala
No solo Esquerra desmiente a Tarradellas, según el cual “en política se puede hacer todo menos el ridículo”, sino que según podemos ir comprobando, en política se puede hacer el ridículo, aunque sea un idéntico ridículo por dos veces, con total impunidad. En efecto, la 'férrea' defensa del catalán en el cine ya fue caballo de batalla hace poco más de diez años, a finales del segundo tripartito, cuando la cultura y la lengua eran responsabilidad de los republicanos. El alboroto mediático fue tremendo. La polémica, quizás más enzarzada. Las expectativas, estratosféricas.
La Ciutadella aprobaba, y por amplia mayoría pese a los aspavientos de las 'majors', unas cuotas miríficas. El 50% de la producción doblada al catalán o subtitulada. Campanas al vuelo. La normalización llegaba por fin a los cines. Pues como todos ustedes saben, y aunque no se alegren en lo más mínimo, nunca se ha llegado a cumplir ni la centésima parte de la centésima parte, entre otras razones porque la propia Generalitat se abstuvo de desarrollar la ley con la reglamentación correspondiente, y se retiró porque un prudente Artur Mas desistió de enfrentarse a los gigantes con una lanza de caña agrietada. No sin un Estado. Misión imposible incluso desde un Estado pequeño o aunque sea medianito. Las leyes que aquí rigen son las del mercado. Quien no paga no manda.
Poco después de colgarse esa tan vistosa medalla de latón, ERC acompañó al PSC en el portentoso revolcón electoral que puso fin a los tripartitos, sin que la tan encarnizada y contundente como inútil defensa del catalán ejerciera de paliativo. De igual modo, la esforzada carrera de Gabriel Rufián por llevar el agua de las plataformas al molino del catalán sufre, como se ha visto incluso antes de lo que convenía, el pequeño problema de que el medio de transporte es una cesta. Cesta que antes de salir del contenedor del Congreso ha perdido ya más de la mitad de su precioso líquido. Y lo perderá todo sin que el ridículo de ERC afecte a las urnas. Ni para bien. Ni para mal.
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