Obituario

Oriol Bohigas, un gigante de la ciudad

Su impronta en Barcelona tiene que ver con dos ideas: sanear y modernizar el centro y monumentalizar la periferia

El arquitecto Oriol Bohigas en su casa de la Plaça Reial, con motivo del premio Català de l'Any en el 2016.

El arquitecto Oriol Bohigas en su casa de la Plaça Reial, con motivo del premio Català de l'Any en el 2016. / JULIO CARBÓ

Maria Rubert

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El año 1977, a punto de ser nombrado director de la Escola d' Arquitectura, Oriol Bohigas invitó al comité de estudiantes a su casa, en la calle Calvet. Había un sofá azul, integrado en las paredes en forma de uno, que permitía amplías reuniones. Salimos impresionados: quería conocer nuestras desazones y las de otros muchos. Dos años más tarde, había revolucionado la Escola con un nuevo equipo de profesores e invitado a los mejores arquitectos internacionales, que estaban cambiando la arquitectura y el entendimiento de la ciudad.

Bohigas transformó toda una serie de instituciones en espacios de discusión y vanguardia, agitando la vida social de Barcelona; también la nocturna, desde bares y fiestas. Y lo hizo rodeado de un grupo variado de amigos y amigas, con el espaldarazo de los mejores arquitectos, artistas e intelectuales. En este sentido, su impronta no se limita a las múltiples estructuras construidas a lo largo de sus 96 años, ni siquiera a las revolucionarias ideas implantadas. Continuará evolucionando con la conversación cultural y política sobre arquitectura y ciudad que él mismo fomentó. En el Ayuntamiento, como concejal de Cultura, impulsó el primer programa de bibliotecas y en el Ateneu convirtió una institución dormida en un espacio abierto y vibrante.

En un acto de optimismo, Oriol Bohigas dejó el barrio acomodado de Sarriá para ir a vivir, con Beth Galí, en Ciutat Vella. A diferencia de Gaudí, que trasladó su residencia del Park Güell al taller de la Sagrada Família, que lo envolvía en un acto de reclusión voluntaria, Bohigas abrió su casa en la plaza Reial a cualquier iniciativa; una declaración de intenciones y un estímulo para lo que tenía que ser el futuro del centro de la 'gran Barcelona' .

Su impronta en la ciudad tiene que ver con el conjunto de iniciativas iniciada en los años 80, que construyeron una alternativa al urbanismo racionalista del 'zoning'. Dos ideas impulsan los proyectos: sanear y modernizar el centro -es decir, introducir arquitectura moderna y actualizar las propuestas de esponjamiento de los años 1930- y monumentalizar la periferia, otorgándole las mismas condiciones urbanas que a las zonas centrales. La papelera, el bordillo y el 'panot' serán iguales en el centro burgués del Eixample que en Nou Barris o en Sants: es la Barcelona democrática. Una estrategia que se dibuja con proyectos en Ciutat Vella, como la plaza de la Mercè, George Orwell o la reorganización la plaza Reial, que dibujó Federico Correa. Pero también en Gràcia, fomentando el renacimiento de la vida social con la reducción drástica del tráfico y la urbanización de las plazas, desde la de la Vila hasta la minúscula de Trilla, con solo 9 palmeras y 6 bancos que transforman un aparcamiento en una verdadera plaza. En condiciones mas periféricas se urbanizan cruces y amplían aceras, nuevas esculturas decoran plazas como la de Sòller con Corberó o la de la Palmera con Richard Serra. Un modelo de ciudad basado en el no modelo, es decir en las posibilidades de intervenir de manera oportunista sobre el espacio cívico. Un programa que se convierte en una manera de hacer y que no ha parado.

Oriol Bohigas había construido muchos edificios desde su despacho MBM con su familia profesional, el amigo de la niñez Josep Martorell y, más tarde, David Mackay –la sede de la Metalurgia, en la Diagonal; escuelas con espacios comunes bonitos, como la Thau o la Garbí; fábricas de ladrillo imponente, como la Giró; iglesias austeras de las barriadas recientes; vivienda obrera, como la de la calle Pallars y muchísimas más cosas. Pero la construcción de la Vila Olímpica, el primer nuevo barrio sin bloques que recupera la manzana y reivindica la calle corredora, y la transformación del Litoral, son los proyectos más importantes y complejos de la Barcelona de los años 90.

Un reconocimiento al arrebato y el ingenio del arquitecto Oriol Bohigas es también un reconocimiento a lo que hoy es Barcelona. Una ciudad que querríamos socialmente más equilibrada y también más alegre y plural, como la que contribuyó a agitar, dibujar y construir. Donde la investigación insistente de un compromiso social, progresista y la tradición de la mejor arquitectura moderna, sigan siendo motores de ideas y proyectos.

Echaremos de menos el carisma y la simpatía personal de este gigante de la cultura y del urbanismo.

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