Almudena Grandes

Sectarismo institucional

Que las autoridades madrileñas negaran unas simples palabras de reconocimiento a una grande de las letras españolas, por el solo hecho de tener ideas opuestas a las suyas, supone una actitud tan mezquina e intransigente que da pena

Almudena Grandes

Almudena Grandes / David Castro

Rosa Paz

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El periodista José Antonio Zarzalejos explicaba el domingo, en un cariñoso artículo de despedida a la escritora Almudena Grandes, que solía decirle a su "amiga roja" que con su amistad hacían “la España más verdadera, la de los diferentes que no renuncian a la palabra ni a los afectos vinieran estos de donde vinieren”. No deben ser de la misma opinión Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida que, como presidenta de la Comunidad de Madrid y alcalde de la capital, respectivamente, no han tenido el detalle de dedicarle unas palabras públicas de respeto en el momento de su muerte ni tampoco, claro, de acudir al tanatorio o a su entierro en el cementerio civil de Madrid. Hay quien, con ironía, ha comentado que es posible que no supieran quién era Almudena. De ser así, sería una cuestión de ignorancia supina, que ya es grave, pero tiene más pinta de ser puro sectarismo, que es muchísimo más preocupante, porque es un reflejo del ambiente político que se respira en Madrid. 

Hay que decir, para ser justos, que el líder del PP, Pablo Casado, sí expresó públicamente sus condolencias y definió a la escritora como “figura relevante de la literatura española”. También tuvo una despedida digna en la prensa conservadora. Pero que las autoridades madrileñas negaran unas simples palabras de reconocimiento a una grande de las letras españolas, por el solo hecho de tener ideas opuestas a las suyas, supone una actitud tan mezquina e intransigente que da pena, cuando no, miedo.

Dijo en una ocasión el dirigente socialista Alfredo Pérez Rubalcaba que en España se entierra muy bien, porque entonces te llueven los elogios que te escatiman en vida. Él sí fue enterrado con todos los honores institucionales y humanos. Almudena Grandes tuvo también un entierro entrañable, gracias a los políticos de la izquierda, a sus amigos y, sobre todo, a sus lectores. Pero no se puede decir que haya tenido la despedida que merecía cuando ha faltado el mínimo calor institucional de la ciudad que ella tanto amaba y que le debe cuando menos un respeto.

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