Ley mordaza

Tenemos un problema con la policía

Un cuerpo policial que se manifiesta con la extrema derecha, y que además no es capaz de abandonar la siniestra jefatura de Via Laietana, puede tener la fuerza pero no tiene ninguna legitimidad

Cabecera de la manifestación contra la 'ley mordaza' a su paso por delante del Congreso de los Diputados.

Cabecera de la manifestación contra la 'ley mordaza' a su paso por delante del Congreso de los Diputados. / EFE/ J.J. Guillén

Ernest Folch

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El pasado sábado, por primera vez en democracia, salieron a manifestarse en Madrid miles de policías por algo que no fuera la mejora de sus condiciones laborales: su motivación era expresarse en contra de la reforma de la 'ley mordaza' que promueve el Gobierno. A los policías les acompañaron Pablo Casado, Inés Arrimadas y Santiago Abascal, y durante la marcha se escucharon gritos constantes en contra del Gobierno de coalición. La excusa de los organizadores era que la nueva 'ley mordaza' les deja desprotegidos, pero curiosamente varios dirigentes sindicales de la propia policía reconocieron el mismo día que ni siquiera habían leído las enmiendas a la ley que habían provocado la marcha. Es decir: miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad salieron el sábado en una manifestación esencialmente política con el respaldo organizado y anunciado de toda la derecha y extrema derecha en bloque. Que una parte de la policía tome partido político sería un escándalo mayúsculo si no fuera porque en realidad no es una novedad. Ya hace tiempo que estamos acostumbrados a sus actuaciones sesgadas, y a la protección que se les ofrece desde la derecha institucional, mediática y judicial. Tras el 1-O, el independentismo fue juzgado y sentenciado públicamente, pero nada sabemos de los policías que se excedieron con sus actuaciones violentas, que escandalizaron a buena parte de la opinión pública europea, a pesar de que los vídeos muestran en muchos casos claramente su identificación. Es conocido su doble rasero en la manera de tratar manifestaciones fascistas o antifascistas: todavía recordamos como, en octubre de 2017, cabezas rapadas y neonazis camparon a sus anchas por las calles de varias ciudades, como Valencia o Barcelona, sin que la policía se inmutara.

Sin embargo, nada demuestra mejor la escasa neutralidad de la policía nacional que la discusión abierta sobre la jefatura de la Via Laietana, que ERC y Podemos quieren que deje de ser una comisaría y pase a ser un centro de memoria histórica. Lo curioso es que, en lugar de guardar un prudente y neutral silencio, la policía ha enviado a alguno de sus portavoces a decir que "nos quieren echar de Catalunya" y que la comisaría de Via Laietana es un "símbolo democrático". La politización del cuerpo ha llegado al extremo de querer tapar la verdad histórica. En la jefatura de la Via Laietana, los hermanos Creix se hicieron tristemente célebres por sus torturas y maltratos sistemáticos a la resistencia antifranquista. Se mire como se mire, aquel edificio es un emblema de la dictadura y de su represión. El colmo es que, en pleno 2021, la policía siga sosteniendo que es un símbolo democrático y se presente además como víctima en esta discusión. En Alemania, por poner solo un ejemplo, la policía habría disuelto la comisaría, habría pedido perdón solemnemente a las víctimas de aquellas atrocidades, y habría una grave crisis política si una parte de sus fuerzas de seguridad se manifestara al lado de políticos neonazis. No vivimos en una anarquía: la policía es necesaria, y deben condenarse sin matices las agresiones gratuitas que sufren y han sufrido, pero esto no les da derecho a convertirse en un actor político y mucho menos a tergiversar la historia. Una policía que se manifiesta con la extrema derecha, y que además no es ni siquiera capaz de abandonar la siniestra jefatura de la Vía Laietana, puede tener la fuerza pero no tiene ninguna legitimidad. Confirmado: tenemos un problema con la policía, y la reforma de la 'ley mordaza' es ahora más necesaria que nunca para controlar sus excesos.

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