Nueva variante

Ómicron: paciencia y prudencia

La solución pasa por frenar la aparición y propagación de nuevas variantes mediante la distribución equitativa de vacunas a nivel global

Aparecen más casos de ómicron en Europa y España refuerza el control aeroportuario

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Adelaida Sarukhan

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Desde hace unos días, el mundo contiene el aliento mientras la comunidad científica se apresura para evaluar el verdadero riesgo que presupone la nueva variante ómicron, identificada por primera vez en Sudáfrica. El mensaje principal es que aún es demasiado temprano para saberlo.

Se piensa que ómicron puede haber surgido por una infección crónica en un paciente inmunocomprometido y que haya circulado cierto tiempo bajo el radar. Muchas de las mutaciones que presenta podrían, sobre el papel, aumentar su transmisibilidad o hacerla más resistente a la inmunidad conferida por las vacunas actuales. Pero solo los datos nos dirán si la interacción entre todas esas mutaciones tiene un impacto real.

Los primeros datos vendrán seguramente del laboratorio en las próximas semanas, y nos darán una idea de si esta variante es menos reconocida por el suero de personas vacunadas o convalecientes. Es probable que haya una pérdida de efectividad de las vacunas, incluso mayor a la observada con la variante delta, pero esperemos que la protección contra enfermedad grave y muerte se mantenga. Sobre todo si reforzamos la inmunidad con terceras dosis en las poblaciones más vulnerables. Otros datos importantes vendrán de la clínica, y nos dirán si la variante provoca síntomas más graves (o menos), y en qué grupos de edad. En cuanto al impacto sobre los pocos tratamientos antivirales que tenemos hoy en día, es probable que aquellos basados en anticuerpos monoclonales pierdan efectividad debido a las mutaciones en la proteína Spike, pero los antivirales desarrollados por Merck y Pfizer (y que pronto llegarán al mercado) deberían funcionar igual de bien.

Finalmente, los datos más relevantes serán los epidemiológicos, que nos dirán si ómicron es capaz de desplazar a la -ya de por sí muy transmisible- delta. Si no es el caso, entonces una mayor capacidad de evadir la inmunidad o una mayor virulencia sería menos relevante (como sucedió con las variantes beta o gama). Si resulta ser aún más transmisible que delta, entonces es posible que tengamos que afrontar una nueva ola de casos y de hospitalizaciones, sobre todo en personas vulnerables o no vacunadas.

La variante ya se ha identificado en varios países europeos, por lo que cerrar fronteras no es la solución. La solución es frenar la aparición y/o propagación de nuevas variantes mediante la distribución equitativa de vacunas a nivel global. Sudáfrica y Botsuana son dos de los países con mayor porcentaje de vacunación en África, y aún así no llegan al 40% de personas con la pauta completa. Cuanta menos gente esté vacunada, más probabilidad hay de que sigan surgiendo nuevas variantes y se propaguen. Es urgente también que todos los países refuercen su vigilancia genómica y comuniquen la información de manera rápida y transparente (como hizo Sudáfrica). Por el momento, paciencia para tener más datos y poder sacar conclusiones. Y prudencia mientras los tenemos. 

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