¿Por qué no quieren trabajar?
Esta renuncia constituye una manifestación contundente de un profundo malestar. En un contexto de no violencia y en una sociedad tan individualista, es la máxima expresión de no poder más y disponer de los ahorros y las ayudas mientras duren
Jordi Alberich
Economista
Jordi Alberich
Hace unos días, EL PERIÓDICO informaba de un fenómeno que empieza a emerger en Italia: la renuncia voluntaria al trabajo de personas con empleos estables. Así lo hicieron cerca de medio millón de ocupados en el pasado segundo trimestre. Una dinámica que reproduce la que, a muy mayor escala, se viene dando en Estados Unidos donde, desde abril, son cinco millones los empleados que mensualmente abandonan su trabajo, en lo que ya viene a denominarse la 'gran renuncia'.
Son diversas las motivaciones que animan este sorprendente movimiento, que tiende a vincularse con una pandemia que ha acentuado la incomodidad laboral y ha favorecido el ahorro. Un parón que, también, ha permitido pensar a muchas personas acerca del sentido de su día a día y de la misma vida. En cualquier caso, esta renuncia al trabajo constituye una manifestación contundente de un profundo y arraigado malestar. En un contexto de no violencia y en una sociedad tan individualista, esta especie de autoexclusión y huelga indefinida es la máxima expresión del no poder más y disponer de los ahorros mientras duren, o malvivir de las ayudas antes de seguir trabajando. Una dimisión masiva que empieza a incidir directamente en la vida económica pues, en una situación de prácticamente pleno empleo como se da en Estados Unidos, el reemplazo de los trabajadores renunciantes resulta imposible.
Lo más lógico es pensar que, a medida que se supere la pandemia, mengüen los ahorros y se acaben las ayudas públicas, las personas regresarán al mercado laboral. Quizás en el intervalo, algunas empresas mejoren las condiciones económicas para recuperar trabajadores. Pero el problema va mucho más allá de unos dólares más por hora trabajada. La reacción masiva y espontánea es reflejo del progresivo deterioro social y laboral en que nos vamos sumiendo desde hace décadas, Ha sido necesaria una pandemia para evidenciar la urgencia de avanzar hacia un nuevo contrato social o como queramos llamarle. Y cuanto más tardemos, peor.
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