Referente de la literatura española

Gracias, Almudena

Me habría gustado ver a Almudena Grandes recoger el Premio Cervantes, el Princesa de Asturias, el Nacional de las Letras, premios todos ellos para los que no le faltaban méritos, pero sí años

Almudena Grandes, el pasado septiembre, en Madrid.

Almudena Grandes, el pasado septiembre, en Madrid. / periodico

Care Santos

Care Santos

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Escribo estas palabras sin haber tenido tiempo de pensar, aún afectada por una tristeza rabiosa, la que acarrea siempre la muerte a destiempo. Sí, lo sé, la muerte nunca es oportuna, siempre llega en mala hora; pero hay algunas mucho más inoportunas que otras, desde luego. Y la de Almudena Grandes no puede serlo más.

Lo primero que pienso es: me habría gustado ver a Almudena Grandes recoger el Premio Cervantes, el Princesa de Asturias, el Nacional de las Letras, premios todos ellos para los que no le faltaban méritos, pero sí años. Me habría gustado leer 20 novelas suyas más, encontrarla en los 30 días de Sant Jordi de los 30 años siguientes, y en todos ellos hablar con ella de plumas estilográficas –como solíamos– y escuchar su risa explosiva, esa risa que ahora, mientras escribo esto, resuena en mi memoria como un eco. Almudena no era una mujer de medias tintas. Ni en la risa ni en las cosas serias. Hablaba con una convicción casi intimidante, con ese tono de voz un poco grave y tan falto de afectación que a veces tenías la impresión de estar hablando con tu prima del pueblo o con la tendera de la esquina. Alguien que habla porque sabe, y que sabe porque ha vivido.

Pero además de todo eso, Almudena Grandes escribió una obra incontestable. Un hito de la literatura de las últimas décadas. Ya lo era antes de que comenzara sus ‘Episodios de una Guerra Interminable’, gracias a novelas como ‘El corazón helado’ o ‘Los aires difíciles’. Pero lo es mucho más tras esa proeza en forma de seis novelas en las que se propuso dar voz a aquellos que la perdieron durante o después de la Guerra Civil. Es un proyecto novelístico que solo podía emprender un gran escritor, alguien con su seguridad, su atrevimiento, su constancia, su coherencia y su capacidad de trabajo, además –claro está– de su excelencia en el ejercicio de este efímero oficio de contar historias. No son méritos que se den juntos a menudo, se lo garantizo.

Sospecho que el secreto que ha acompañado a su enfermedad durante este último año fue también una última voluntad. No imagino a Almudena entregándose a la autocompasión, ni al fatalismo, ni siquiera rindiéndose a la evidencia. La imagino práctica, dejándolo todo listo, despachando. Y también escribiendo, acabando su magnífico proyecto, regalándonos una historia más, la última, la que quería escribir desde el principio, sin sospechar que habría de escribir contra reloj. Sé que al escribir se habrá evadido del mundo, habrá escapado de la realidad, habrá sido lo que mejor sabía ser, aquello por lo que tanta gente la quiere y la admira, aquello que tantos, tantísimos echaremos de menos. Solo espero que esa huida final le saliera bien, que la ficción en la que se refugió le hiciera más llevadera la realidad de la que no podía huir. Y quiero darle las gracias. Ese último libro, que leeremos echándola de menos y pensando en lo malvada que es a veces la vida, será un modo de tenerla todavía entre nosotros. Un mínimo consuelo.

Suscríbete para seguir leyendo