Taylor Swift y Adele contra los estragos emocionales de la pandemia

Taylor Swift en la presentación de 'All too well'

Taylor Swift en la presentación de 'All too well' / Angela Weiss

Carol Álvarez

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Tanto han cambiado los tiempos que la llegada del último disco de Adele o el estreno del cortometraje musical de Taylor Swift ‘All too well’ al final van a ser de las mejores noticias del año y no solo para los implicados en el sector discográfico. Adle y su emocionante interpretación en directo de su hit ‘Easy on me’ en la gala de los NRJ Music Awards franceses lleva a la audiencia global la historia de una crisis personal, autobiográfica, con una fuerza artística muy acorde con los gustos del momento. ¿Quién no va a conectar con esos sentimientos si se expresan con ese torrente de voz y esa música?. La música pop, menospreciada y manipulada a partes ieuales por la industria y la crítica es la que tiene más capacidad de influencia y no solo importa para mover dinero, también puede conmover a masas. Justo lo que más necesita una sociedad traumatizada, la primera que vive un shock tan global sin necesidad de que haya estallado una guerra.

El experto en Neuropsicología en el Trinity College de Dublin Simon McCarthy-Jones explicaba hace unos días en un artículo en ‘The Conversation’ por qué escuchar las canciones de Adele, y canciones tristes en general, es importante en estos momentos. Algunos estudios científicos que giran sobre la musicoterapia apuntan que la música puede llegar a estimular conexiones neuronales que liberan hormonas como la oxitocina, lo que te hace sentir bien sin haber vivido en realidad el trauma que relata la letra que interpreta un cantante. McCarthy-Jones, al margen de estos análisis, explora en la fuerza de la empatía, cómo las canciones nos permiten ensayar sentimientos extremos respecto a situaciones irreales en lo que llama un “gimnasio emocional”. “Nos dan un espacio seguro, controlado, en el que explorar la tristeza simulada, son el equivalente emocional de Neo entrenando con Morfeo en la película Matrix.

Musicoterapia para niños enfermos

Esta semana que hemos celebrado el Día internacional de la Música, el Hospital Sant Joan de Déu apostaba por potenciar la musicoterapia en algunos tratamientos de pacientes infantiles que atiende, en una experiencia a domicilio que ha puesto en marcha para niños con enfermedades graves o crónicas que requieren atención paliativa. Para todos los demás, la juventud azotada por el desconcierto en el que le ha sumido la pandemia, el largo confinamiento, las restricciones y las nuevas formas de interacción social, la música popular gana enteros como vía para canalizar emociones.

Exorcismo global

Tal es su fuerza ya patente que el videoclip de Taylor Swift en el que relata un mal noviazgo que todos los fans han identificado como el que vivió con Jake Gyllenhaal, pese a que no da su nombre. La historia recrea el abanico de sentimientos que invade a una mujer muy joven que tiene un relación con un hombre mayor, desde el deslumbramiento inicial, el aprendizaje y luego los pequeños rechazos y desubicaciones precisamente por la diferencia de edad, las peleas y la dolorosa incomprensión que acaba en ruptura.

Una historia así, nada nueva y reeditada en la historia en numerosos formatos culturales y lecturas con variantes de el mito de Pigmalión y la Lolita de Nabokov, tiene en el video-venganza de Swift un nuevo giro: miles de mujeres se han reconocido en la historia, con sus variaciones, han empatizado con el dolor y la frustración que pueden generan relaciones de pareja tan descompensadas, y sobre todo, lo han hecho público en charlas en las redes sociales, en los comentarios a los vídeos de Youtube como una forma de exorcismo colectivo. Que no pare la música.

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