Presupuestos de la Generalitat

Aquel monólogo de Capri

Estos son los parámetros en los que nos movemos: el juego de los disparates, como factor circunstancial, y el “no hi ha res a fer”, como conclusión de fondo

Pere Aragonès, en el Parlament

Pere Aragonès, en el Parlament / ACN / RAFA GARRIDO

Rafael Jorba

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Seguí con mucho interés el pleno del Parlament en el que se dio luz verde a la tramitación de los presupuestos de la Generalitat, gracias a la abstención de En Comú Podem a las enmiendas a la totalidad de los grupos de la oposición. No comparto la lectura benévola que concluye que el 'president' Aragonès, con su pacto con los 'comuns', ha roto el bloque de la investidura (ERC, JxCat y la CUP). Era un ‘déjà-vu’: el 'president' Torra ya lo hizo en su día y la continuidad del bloque independentista, con las elecciones del 14 de febrero de por medio, sigue gozando hasta ahora de una mala salud de hierro.

Señoras y señores, como gustaba de repetir mi añorado Joan Capri, la situación me recuerda su célebre monólogo ‘De Madrid a Barcelona, en tercera’. Aún lo conservo en una edición en vinilo. Hay dos momentos que resumen el callejón sin salida del ‘posprocés’. Uno, de carácter circunstancial y otro, de fondo. El primero, el diálogo entre dos despistados que viajaban en el tren. “Yo les escuchaba y no entendía nada. Se paró un momento el tren y uno preguntó: ‘¿Qué hora es?’ El otro respondió: ‘Lunes’. El primero, dando un salto, se levantó del asiento y dijo: ‘¡Caray, así he de bajar aquí!”. Sí, el juego de los disparates.

El segundo momento, menos circunstancial, se produce cuando Capri lamenta que solo haya podido comprar un billete de tercera: “Eso de la Renfe, siempre me ha sonado que ‘no hi ha res a fer’. Sí, un juego de palabras con las siglas del acrónimo que puede aplicarse a la situación de bloqueo de la política catalana: no hay nada que hacer. Lo escribí después de las elecciones del 14 de febrero: el independentismo suma y sigue. Existía y existe, aritméticamente, una mayoría alternativa, pero ERC no puede explorarla con todas sus consecuencias por dos razones: no puede pactar con los ‘impuros’ (el PSC) y, si lo hiciera, no solo sería acusada de ‘traidora’ por los posconvergentes, sino también por sectores de su propia militancia: la Esquerra neocarlista de Marta Rovira. El Govern del ‘posprocés’ es como ‘El perro del hortelano’ de Lope: ni come ni deja comer.

El 'president' Aragonès está atrapado en un mantra que no se cansan de repetir sus socios de JxCat y de la CUP: hay que aprovechar esta “legislatura del 52%” para hacer efectiva la independencia. Lo sintetizó Joan Canadell, portavoz de JxCat en el debate, cuando fue muy crítico con el pacto con los 'comuns', hasta el punto de que el ‘president’ y varios ‘consellers’ de ERC abandonaron el hemiciclo: “Si quieren girar 180 grados hacia la autonomía no nos encontrarán. Somos los de la confrontación (…) La ‘via àmplia’ –la política de alianzas que defendió ERC durante la campaña electoral para incluir a los comunes– es autonomismo y es el preludio de un tripartito”.

El mantra de la “legislatura del 52%” es, además, una verdad a medias. Es el nuevo artilugio que esgrimen en el bloque independentista, como en el pasado lo hicieron con el ‘derecho a decidir’ o el ‘principio democrático’. No, el bloque independentista dispone de una mayoría parlamentaria de 74 escaños (6 por encima de los 68 de la mayoría absoluta), pero no de votos: ERC, JxCat y la CUP suman el 48,05%. Si a esta cifra le añadimos el PDECat (2,72%), el porcentaje se eleva al 50,77%. El 52% del mantra no se refleja en la realidad ni adicionando el porcentaje de otros tres grupos del teórico espacio independentista (MPIC, FNC y PNC) que arroja un total del 51,32%. El mantra, sin embargo, sigue vivo: la “legislatura del 52%”.

Estos son los parámetros, retomando el monólogo de Joan Capri, en los que nos movemos: el juego de los disparates, como factor circunstancial, y el 'no hi ha res a fer', como conclusión de fondo. El ‘llarg procés’, para retomar el título de un ensayo de Jordi Amat, nos ha introducido en un largo ‘posprocés’. La nueva ‘primavera catalana’, aquella que evocase el poeta Maragall en 'L' ametller’, no llegará hasta que salgamos del actual monólogo y nos adentremos en la era del diálogo entre los ciudadanos de Catalunya, entre puros e impuros, y en la que los ‘milloradors’ (mejoradores) desplacen a los ‘empitjoradors’ (empeoradores), en términos acuñados por Raimon Obiols. Ojalá, como escribía el propio Obiols en una carta abierta a Laura Borràs, este tiempo ‘esquerp’ (huraño) –que nos hace daño y hace daño a Catalunya– dé paso a un clima más clemente.

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