El covid por Navidad
Aquí cuenta el contrato social que desarrolló el contradictorio Rousseau como una forma de convivencia. Derechos, a cambio de limitar ciertas libertades otorgadas por la naturaleza
Álex Sàlmon
Periodista. Director del suplemento 'Abril' de Prensa Ibérica.
Álex Sàlmon
La libertad de pensar que la amenaza del covid es un invento de algún poder oculto es tan razonable como la licencia de considerar esa idea descabellada y peligrosa. Vivir en la normalidad de la libertad personal abre las puertas a estas consideraciones. ¿Quién eres tu para decirme lo que debo hacer?
Para lo bueno, el siglo XXI transita en el marco de un principio de legalidad que defiende los derechos individuales. Pero esa norma puede ir en contra y convertirse en egoísta. Nadie me concede la libertad individual de incendiar mi casa si vivo en una comunidad de vecinos. El edificio podría acabar en llamas. Y si fuera una finca aislada, el bosque o el campo estarían en peligro. La libertad como ser humano tiene unos límites comunitarios.
Las dudas ante las vacunas nos hacen reflexionar sobre estos temas. Mientras los planteamientos son teóricos, todo es palabra. Cuando se convierten en temas concretos, cotidianos, reales, la solución se complica y se enmarca en que tu libertad no limite la mía.
¿Tiene sentido una comida de Navidad con familiares vacunados y otros no? ¿Estamos abocados, por ello, a discusiones entre parientes? Si el índice de vacunación en España está en el 79,1%, ¿significa que al menos dos de cada diez sentados en la mesa habrán decidido no vacunarse?
Porque una cosa está clara: quien no se vacuna quiere explicarlo. Y defender en público su libertad. Milita en ella, aunque el abuelo o la prima visiten la UCI unos días después del encuentro. O no.
Aquí cuenta el contrato social que desarrolló el contradictorio Rousseau como una forma de convivencia. Derechos, a cambio de limitar ciertas libertades otorgadas por la naturaleza. Nuestra contemporaneidad nos ha dado herramientas para entenderlo y construir una mezcla de todo. Mi libertad individual al servicio de la comunidad. No suena mal.
Y así, si el 80% de mi sociedad se ha vacunado y no parece contagiada y sigue viva, puede que valga la pena vacunarse para cantar fum, fum, fum, con la abuela. Pero es solo una idea. Mejor que poner en riesgo a otro o quedarse en casa solo.
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