APUNTE

El cielo puede esperar

Xavi Hernández, durante el encuentro correspondiente a la fase de grupos de la Liga de Campeones que disputan hoy martes frente al Benfica en el estadio Camp Nou, en Barcelona

Xavi Hernández, durante el encuentro correspondiente a la fase de grupos de la Liga de Campeones que disputan hoy martes frente al Benfica en el estadio Camp Nou, en Barcelona / EFE/Alberto Estévez

Emilio Pérez de Rozas

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Cuentan que la cita fue en el despacho de Joan Laporta, esa oficina donde no se ejerce la abogacía sino la presidencia del Barça, sea o no su propietario presidente del ‘més que un club’.

Cuentan que fue una de las diversas citas entre Laporta, el hombre que llevaba ventaja por la lona del Bernabéu y su tremendo carisma, y Víctor Font, el candidato soso, soso, pero con un proyecto bajo el brazo.

Fue una conversación, explican quienes la conocen, estupenda. No era cuestión de pelearse ni discutir a pocos días de la votación. Y fue en ese encuentro agradable, donde Font ya intuía, tal vez, que la flor de Laporta iba a resultar ganadora.

De ahí que, durante la charla, Font le ofreciera a Laporta la posibilidad de que fuese ‘su’ presidente, es decir, que fuese ‘su’ candidato y que él, el auténtico empresario, se haría cargo de todo lo demás.

La condición de Font

Cuentan que Font solo puso una condición y fue que Laporta se comprometiese por escrito, no sé si en ese instante (para eso siempre hay tiempo, dicen los pícaros abogados) a firmar un documento por el que se comprometía a cumplir a rajatabla, a blindar, el proyecto que lideraba él.

No parece que Laporta se lo pensase demasiado y, como se ha terminado comprobando a los pocos meses de su presidencia, se equivocó. Ese fue, tal vez, su primer error. Luego se produjeron un montón de ellos, ‘of the record’ al margen.

Es evidente que lo que está en marcha ahora en el Barça es el proyecto de Font, que tenía como piedra angular a Xavi Hernández. Es más, Laporta acaba de contratar, se supone que por petición del propio Xavi, a una empresa de Font, llamada Kognia, gesto que no agrada a muchos observadores porque ven gato encerrado en ello, pero bueno.

El caso es que lo que ya está rodando es el proyecto que diseñó Font con el capitán que decidió el empresario de Granollers, lo que, insisto, demuestra que la idea de este rico tenía mucho sentido: yo no tengo carisma, yo no arrastró a la ‘gent blaugrana’, yo no gano, pero gestiono y pongo al frente del barco a mi hombre.

Demir, 'a lo Messi'

El caso es que el fútbol demostró anoche, en un Camp Nou lluvioso pero entregado, ilusionado, motivado, que es el deporte más injusto del mundo. Y no solo porque el Barça por planteamiento, estrategia, entrega, coraje, dedicación, sacrificio, insistencia, deseo, ilusión, ganas y oportunidades mereció ganar y, tal vez, incluso con uno de los goles más hermosos de la Champions (esa escuadra de Demir ‘a lo Leo Messi’), sino porque también el fútbol, como ya le ocurriera al Espanyol, el pasado sábado, le negó la victoria a un rácano Bénfica, pues Seferovic tuvo el triunfo (sonado y con el que enterraba al Barça) en sus botas. Y fácil, mucho más fácil que el plátano prodigioso (a cámara lenta) de Demir.

Si lo que necesita Xavi es tiempo, aquí lo tiene, regalado. Lo merece. Si uno piensa en esos dos cuchillos, Dembélé por la derecha y Ansu Fati, por la izquierda, solo hay una sentencia: el cielo puede esperar.

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