Cofrade de la ratafía

La botella de Presidentorra

Presidir la Generalitat era solo un paso que estaba obligado a realizar, a desgana, antes de llegar al puesto que merece

Quim Torra

Quim Torra / ACN / GERARD VILÀ

Albert Soler

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Presidentorra ha alcanzado la cumbre de su existencia, aquello para lo que estaba predestinado. Hace una semana fue nombrado Cofrade de Honor de la ratafía, lo cual hace que su vida finalmente haya adquirido sentido. Presidir la Generalitat era solo un paso que estaba obligado a realizar -a desgana- antes de llegar al puesto que merece, que no es otro que el de cantar, allá donde vaya, las excelencias de un licor de hierbas, más vale tarde que nunca. Lo digo sin ningún demérito hacia los honrados productores de ratafía, todo lo contrario: en otros lugares no será así, pero en Catalunya no hay duda alguna de que pasar de presidir el 'governet' a ser el embajador de un licor, es un gigantesco paso adelante. El propio Pere Aragonès preside el 'governet' solo como un escalón hacia cotas más altas y más apropiadas a su talento, quién sabe, ya que por edad no puede consumir alcohol, tal vez llegue a ser nombrado consumidor preferente de galletas maría, todo un honor en comparación con su cargo actual.

Le ha costado toda una vida, pero al fin ha abrazado su destino y, de paso, una botella. Una vez Presidentorra ha llegado a lo máximo que le permiten sus capacidades -más las digestivas que las intelectuales- ve abrirse ante sí el vacío. ¿Qué hacer con lo que le reste de vida, cuando es sabedor de que no podrá llegar más arriba, cuando es consciente de que ensalzar los méritos de un licor, supone en su caso haber tocado techo? No son pocos los hombres que caen en la depresión en cuanto ven que ya nada les motiva, peor aún, los hay que en tal situación caen en el vicio de la bebida, un peligro que acecha especialmente a Presidentorra debido a la naturaleza de su nueva actividad. Quiera Dios que, si decide ahogar en alcohol ese vacío existencial, haga honor a su cargo y sea a base de ratafía.

Ante la evidente ausencia de capacidad intelectual en Presidentorra, los responsables de la ratafía de Santa Coloma de Farners han tenido en cuenta otros méritos para nombrarle Cofrade. Fueron los únicos de Catalunya que no se llevaron a engaño y comprendieron desde el principio a qué se refería este hombre cuando anunciaba pomposamente que jamás se rendiría, que persistiría hasta el final: a no soltar la botella de ratafía hasta vaciarla por completo. Y nada más.

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