Realidad virtual

La lírica del metaverso

Como una catedral gótica, el nuevo proyecto de Facebook emociona y asusta

Mark Zuckerberg presenta Meta, el nuevo nombre para la compañía propietaria de Facebook

Mark Zuckerberg presenta Meta, el nuevo nombre para la compañía propietaria de Facebook / Facebook

Yolanda Román

Yolanda Román

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Tiene muchas posibilidades de convertirse en la palabra del año. Ambiciosa, evocadora, grandiosa en su propia composición: metaverso. Contiene una aspiración y un misterio. Como una catedral gótica, emociona y asusta.

La idea no es nueva pero para la gran mayoría el metaverso no existía hasta que Facebook lo consagró con su gran anuncio corporativo hace unas semanas. Un metaverso es un entorno al que la tecnología de realidad aumentada permite acceder de manera que convergen la realidad física y los espacios virtuales. Ha habido antes experiencias de mundos virtuales, como Second Life, y se trabaja en esta línea desde hace décadas. A medida que la tecnología avanza, las posibilidades se multiplican en diferentes ámbitos, como la medicina y la educación, entre otros.

La idea de universos paralelos aparece de manera recurrente en la literatura, como una forma de exploración, de salvación, de progreso o de pesadilla distópica. Desde Apuleyo hasta Ted Chiang, pasando por Lovecraft, la literatura ha recogido esa fascinación por las transformaciones y las realidades alternativas. Explorar los límites entre la realidad y la ilusión, entre la consciencia y la imaginación, ha sido la excusa para hurgar en los anhelos y los temores profundos del ser humano, planteando sus preguntas esenciales: quién soy y qué hago aquí.

La promesa de uno o varios lugares virtuales en los que las personas puedan conectarse, comunicarse y jugar, recuerda al inicio de 'A través del espejo y lo que Alicia encontró allí', de Lewis Carroll. La niña, aburrida, se imagina cómo será el mundo al otro lado del espejo cuando, de pronto, comprueba que puede pasar a través de él y llega a una sala en la que las piezas de ajedrez cobran vida propia. La experiencia inmersiva que anuncia el metaverso se parece mucho a lo que imaginamos que sintió Alicia al traspasar el espejo. O al caer por la madriguera.

Es probable que en unos pocos años podamos actuar e interactuar en espacios de realidad aumentada que parezcan mundos alternativos en los que tendremos experiencias nuevas que pueden transformar nuestra forma de entender el mundo, a los demás y a nosotros mismos. En su libro ‘Experience on Demand: What Virtual Reality Is, How It Works, and What It Can Do’, Jeremy Bailenson sostiene que la realidad virtual superará a la literatura en su capacidad de crear ilusiones y experiencias, pudiendo convertirse en una tecnología para la empatía, permitiéndonos vivir en el cuerpo de otra persona, volar o tocar con las manos la estructura de un átomo. También advierte de los peligros de la utilización de la tecnología para hacer el mal, claro está.

Puede parecer ingenua una aproximación amable, tal vez romántica, a una idea que entraña, dicen, tantas amenazas. Pero hay que reconocer a sus investigadores y promotores la grandeza de activar, con una mera promesa, la imaginación, el deseo y la proyección de una realidad paralela; la ambición de traspasar, de conquistar, de alcanzar algo más y tal vez, por qué no, mejor. Aunque sólo sea una ilusión.