Confluyentes y disolventes
Yolanda Díaz, prestigiada por su papel dialogante y útil al frente del Ministerio de Trabajo, encabeza la tarea siempre pendiente de consumar la confluencia de las izquierdas
Javier Aroca
Analista político
La experiencia reciente a la izquierda del PSOE indica que hacen la goma. Unas veces se estiran, otras acortan. Funciona como una maldición crónica.
Cómo no acordarse de Josep Tarradellas, cuando le soltó a su ‘conseller’ socialista Josep Maria Triginer, que había puesto una crisis orgánica en Madrid para excusar su ausencia: “El socialismo en Madrid lleva en crisis desde 1931”. Que el socialismo madrileño sigue así, es obvio, que parece contagioso, también. El virus capitalino afectó a la nueva formación de izquierda emergente tras el 15-M y se extendió por todo el Estado.
Pero a UP, con sus crisis, hay que reconocerle su capacidad de resistencia. Después de los procesos disolventes encabezados por nombres señeros de sus dirigentes originales, ha sido capaz de mantenerse e incluso llegar al Gobierno, formando una coalición progresista, primera de la democracia.
En efecto, después de un comienzo euforizante, la joven izquierda ha sido capaz de resistir a su disolvencia, proceso espoleado por el bipartidismo y la mediocracia interesada; ahora, como la goma, se dispone a un momento confluyente.
Lleva un tiempo en ese empeño Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda, ministra y candidata ‘in pectore’ a la presidencia del Gobierno. La confluencia de las izquierdas –se suele añadir, y personas relevantes independientes– es una tarea siempre pendiente que alimenta no solo la resistencia a su tendencia natural a la disolvencia, sino la ambición de constituir un auténtico referente de poder de cambio más allá de mayorías ortopédicas.
Nunca será tarea fácil, chocará con una cultura orgánica opuesta pero, además, con la oposición, a las claras o de manera taimada, de la izquierda y derecha tradicionales, al grito de “que vienen los radicales” y “viva la moderación”. Y eso que creo que esta izquierda heredera del 15-M, aún inmadura y, a veces, ingenuamente juvenil, es la más moderada de cuantas han tenido virtualidad, como mínimo desde los tiempos de la República.
Yolanda Díaz, prestigiada por su papel dialogante y útil al frente del Ministerio de Trabajo, encabeza ese propósito. No le faltarán obstáculos. Como han afirmado exdirigentes socialistas o de la derecha, Díaz es peligrosa porque sabe. Les ha faltado añadir, leer, como el poder siempre ha temido de los menesterosos. Pero lo cierto es que lo que más temen es su capacidad crítica y dialéctica de confrontar con suavidad pero con firmeza, llegando a conseguir la valoración positiva de partidarios y detractores.
El acto público de València ha encendido las alarmas, una legión de agentes, con gran experiencia adquirida contra el expresidente Pablo Iglesias, se disponen a su cruzada patriótica.
Díaz reunió en València a mujeres muy significativas y significantes de la presencia femenina en el poder y sus aledaños, consciente de su presencia imprescindible para alcanzar lo que considera el cambio. Poder real, en gobiernos, asambleas o ayuntamientos. Con otro denominador común relevante, su oposición activa, con muchos ovarios, al fascismo y a la revolución de derechas.
Podrían haber estado otras, pero no hacía falta. Para la idea de Díaz, ya están. Me refiero a Ione Belarra o Irene Montero. La izquierda clásica ha reaccionado con desdén, la derecha con agresividad. Aquelarre, reunión de brujas, es lo menos que han expresado en público.
Y en esto apareció Tezanos y su CIS como si de una orquesta afinada se tratara. Yolanda Díaz es la política más valorada y UP sube como no lo hacía en tiempos disolventes. También dice el CIS que Isabel Díaz Ayuso es presidenciable, solo falta ya un cónclave de las derechas con vistas, con Díaz Ayuso, Cuca Gamarra, Cayetana Álvarez de Toledo y Macarena Olano. Ustedes podrán decidir y elegir.
Se vislumbran tiempos confluyentes en la izquierda, no solo como aspiración sino también como necesidad. Yolanda Díaz lo tendrá difícil, es una idea poco querida a su derecha, en su izquierda tendrá que enfrentarse a los egos, masculinos muchos de ellos, pero, también, al suyo propio. Unidas Podemos no está preocupada. Tampoco Pedro Sánchez; no debería estarlo, a él también le conviene.
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