Presupuestos de la Generalitat

Nuestro 'Black Mirror'

En la sinopsis de una eventual serie a la catalana no se pasaría por alto la identificación de las consecuencias de regalar la centralidad política a los partidos antisistema

Barcelona 28/09/2021 Política. Pere Aragonés y Jordi Puigneró en una reunión entre erc y Junts para simbolizar buen entendimiento entre las dos formaciones previa al pleno FOTO de FERRAN NADEU

Barcelona 28/09/2021 Política. Pere Aragonés y Jordi Puigneró en una reunión entre erc y Junts para simbolizar buen entendimiento entre las dos formaciones previa al pleno FOTO de FERRAN NADEU / Ferran Nadeu

Jordi Mercader

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El intento de Artur Mas de reencarnar al nuevo Macià se produjo al poco del estreno de 'Black Mirror', la distópica serie británica de televisión que nos anticipó algunas de las inquietantes posibilidades que ofrecería la tecnología. El entonces presidente de la Generalitat fracasó en su aventura personalista, pero abrió las puertas al auge del independentismo. El horizonte de la independencia de Catalunya cada día parece más lejano, no solo por la resistencia presentada por todos los poderes del Estado sino también por la incompetencia de sus promotores. De todas maneras, los dirigentes y gobernantes soberanistas nos han adelantado alguno de los efectos indeseados que tendría su utopía en el supuesto de poder materializarla.

La gobernación de la Generalitat, la vida política y social, han ido empeorando progresivamente desde el fracaso de la unilateralidad, las graves y desproporcionadas consecuencias penales para los impulsores y la parálisis provocada por el 155. Lo primero fue la institucionalización (y aplauso) de la desobediencia por causa patriótica, tendencia que interpretada en beneficio propio por otros actores menos esencialistas pero igualmente propensos a discutir a las administraciones su obligación de hacer cumplir la ley, ha desembocado en una crisis innegable de la autoridad democrática. El Gobierno, por su parte, sobrevive en disputa permanente sobre la disyuntiva diálogo/confrontación y sin otro plan que gestionar lo mejor que pueda los fondos Next Generation que le transferirá el Gobierno central. 

En lo que sí están decididos es en la práctica del revisionismo histórico como instrumento para asentar la división interna de Catalunya. Los unos serían los buenos y perseguidos catalanes de siempre, los actuales independentistas, sucesores de los luchadores contra la dictadura ahora rediviva en democracia fallida. Los otros, el resto, malditos colonos de una España ladrona y opresora, o sea, los colaboracionistas con el Estado español desde tiempos inmemoriales. Los bloques son el escenario imprescindible para el éxito electoral sostenido, así que para cimentarlos mejor ha reaparecido la tensión lingüística. Tras elogiar durante décadas la inmersión, ahora resulta que el consenso estatutario que la impulsó sería el responsable de la inapelable desaparición del catalán.

El énfasis en profundizar la división como antítesis de la transversalidad y el consenso solo es comparable al empeño dedicado a la deslegitimación continuada de las instituciones históricas catalanas. En esta materia sobresalió el presidente Quim Torra, tarea que prosigue la propia presidenta del Parlament. La competencia Puigdemont-Junqueras por ver quién era el más audaz en torpedear el Estatut y la Constitución y empujar el país al abismo es una experiencia 'hors catégorie'. La intervención estatal permitida por el artículo 155 también dejó marca.

En este panorama de imprudencia por juguetear con las instituciones, cuya recuperación llevó varias décadas, merece mención especial la creación del Consell per la República y su asamblea de representantes de pretensión legislativa. Un invento de independentistas para independentistas de Carles Puigdemont para salvaguardar su protagonismo que implica una monumental afrenta a la legitimidad del Gobierno de la Generalitat y del Parlament de Catalunya. ERC no tiene más remedio que dejar hacer para no perder lo que tienen, la presidencia del gobierno autonómico compartido con Junts. Tal ejercicio de pragmatismo implica tolerar el desprecio explícito de esta maniobra para el parlamento de todos los catalanes.

En la sinopsis de un eventual 'Black Mirror' catalán no se pasaría por alto la identificación de las consecuencias políticas y sociales de futuro por haber regalado la centralidad política a los partidos antisistema. Estos días asistimos a la enésima representación de una negociación muy conveniente para todos ellos. ERC se dejará presionar un poco más para dejar colar algunos guiños 'procesistas' en el presupuesto bajo la terrible amenaza de una enmienda a la totalidad de la CUP que no puede prosperar a menos que el PSC entrara en contradicción manifiesta y clamorosa con sus actuales intereses estratégicos.

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