El modelo social

Regreso al hogar

En un contexto de crisis como el actual vuelven los discursos que amenazan derechos conquistados; los de las mujeres siempre están en la diana

Una mujer, con una pancarta en la que se puede leer "Amo mi trabajo, pero no tanto como [amo] mi libertad", en Nueva York, el pasado 12 de octubre.

Una mujer, con una pancarta en la que se puede leer "Amo mi trabajo, pero no tanto como [amo] mi libertad", en Nueva York, el pasado 12 de octubre. / Reuters / Mike Segar

Jenn Díaz

Jenn Díaz

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Los discursos reaccionarios funcionan porque han sido creados para que los entendamos: son superficiales, no te exigen nada a cambio, son cómodos y no te piden que modifiques nada sino que tomes una actitud muy sencilla: la de la queja, la de sacudirte todas las responsabilidades, la de señalar a tu vecina... la de sentirte un ser superior. En momentos de crisis es aún más fácil –frente a la insatisfacción, la desesperanza, la angustia y la desafección generalizada–, porque tenemos mayor disposición para la simplicidad del relato.

En este contexto, el de una crisis, siempre acaba venciendo el miedo, la desconfianza, el conservadurismo y la demagogia. No es ningún descubrimiento, siempre volvemos. Y en ese contexto, el de una crisis, también vuelven los discursos que amenazan derechos conquistados. Los de las mujeres siempre están en la diana: son los más fáciles de dilapidar, porque hay una sociedad, un marco mental y una cultura que no los ha acabado de encontrar del todo justos. Hoy le llaman consenso progre, pero se trata de derechos humanos de colectivos infrarrepresentados en las instituciones, maltratados en el mercado laboral, menospreciados en el espacio público y escondidos en la esfera privada. Los colectivos de siempre, los que hemos llamado vulnerables pero no lo son: no lo serían si las normas del mercado no quisieran, no expulsaran sus derechos.

El sistema ha entendido como concesión ceder derechos y espacios a las mujeres, que rápidamente hemos decidido invadirlos porque también nos pertenecen. Esta concesión es inestable: en función del contexto, puede retirarse. Las mujeres de este siglo, y más concretamente las feministas de este siglo, hacen que esta concesión sea más permanente que en décadas anteriores, pero el patriarcado ofrece unas resistencias que tampoco podemos obviar. Gracias a esta resistencia, los derechos deben ser conquistados periódicamente.

Ahora, terminando el año 2021, tenemos un reto por delante: que de la crisis social, económica y sanitaria no salgamos volviendo al hogar. Este es el modelo social que algunos todavía sueñan, no han dejado de soñar con él.

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