Contexto

Lukashenko y Morawiecki ganan

La construcción de más vallas en las fronteras no solo no resuelve la crisis humanitaria, tampoco las tensiones con Bielorrusia y Rusia y además debilitará a la UE internamente

Migrantes en la frontera entre Bielorrusia y Polonia, en la región de Grodno.

Migrantes en la frontera entre Bielorrusia y Polonia, en la región de Grodno. / AFP / BELTA / LEONID SHCHEGLOV

Ruth Ferrero-Turrión

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Europa vive una nueva crisis humanitaria en sus fronteras. Intereses geopolíticos, crear el caos o generar inestabilidad en los vecinos a través de la utilización de las personas migrantes se han convertido en algo que no resulta ajeno. De hecho, durante el último año y medio ya se han vivido crisis similares. En marzo de 2020 sucedió en la frontera entre Turquía y Grecia, en mayo de 2021 en la frontera que separa a Ceuta de Marruecos. Ahora le ha tocado el turno a la frontera oriental de la UE, una frontera sobre la que de manera constante se cierne algún tipo de amenaza, real o percibida, provocada por la cercana Rusia y convenientemente aprovechada para sus fines políticos por los gobiernos concernidos. Estos casos tienen una serie de características que los igualan. Los tres, Turquía, Marruecos y Bielorrusia, forman parte de la vecindad europea, ninguno de ellos puede ser considerado una democracia y todos ellos tienen objetivos políticos que ponen en jaque a la UE. Ahora también les une la capacidad para movilizar a ingentes cantidades de personas en las fronteras concernidas con el fin de alcanzar un fin geopolítico que favorezca a sus intereses. 

Y todo ello es posible gracias al modelo de política migratoria europea en vigor y que se sostiene sobre la construcción del migrante como amenaza de seguridad para las sociedades de acogida. Así para evitar su acceso a dichas sociedades son imprescindibles la militarización de la frontera y la externalización de la gestión a países terceros. Es decir, una política que aboga por la construcción de una Europa fortaleza y que renuncia a gestionar los flujos migratorios sobre la base del respeto a los derechos fundamentales. Este tipo de aproximación convierte a Europa en extremadamente vulnerable a potenciales chantajes de autócratas vecinos, además de no resolver la cuestión de los flujos migratorios.

Y sin embargo, la respuesta que se ofrece de manera recurrente es la de mas securitización, una respuesta que además de no resolver crisis complejas se pliega al discurso más nativista y excluyente. La construcción de más vallas y el despliegue de tropas de la OTAN en las fronteras no solo no resuelve la crisis humanitaria, tampoco va a resolver las tensiones con Bielorrusia y Rusia, más bien al contrario. Pero es que, además, también va a reforzar a aquellos gobiernos y fuerzas políticas, como el partido Ley y Justicia, en el seno de la UE, y que siempre han hecho bandera de este tipo de actuaciones frente al fenómeno migratorio. El apoyo europeo a este tipo de actuaciones no solo no hará a la UE más fuerte sino que la debilitará en el ámbito exterior puesto que estará dándole la razón a la estrategia del agresor, bien cediendo al chantaje, premiándole a través de la recepción de más fondos no fiscalizables, bien haciendo exactamente lo que el otro buscaba, aumentar la tensión. Pero también la debilitará internamente, puesto que dará fuerza a los argumentos que cuestionan el sistema de valores sobre el que se ha construido el proyecto europeo. Una respuesta securitizada, por tanto, hará más fuertes a los Lukashenko y Morawiecki de turno.

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