Consecuencias del bla, bla, bla
La desconfianza de la generación más joven hacia los políticos se suma a la que ya se está enquistado en otros sectores de la población y que es caldo de cultivo de populismos
Rosa Paz
Periodista. Comité editorial de EL PERIÓDICO
Rosa Paz
Cuando la activista sueca Greta Thunberg critica a los políticos por su falta de compromiso para atajar la emergencia climática e identifica sus discursos con un despectivo “bla, bla, bla”, está manifestando dos problemas claros. El primero, evidente, que los mandatarios mundiales dicen ser conscientes del drama que el calentamiento global representa para el planeta, pero no acuerdan las medidas concretas y urgentes que son necesarias para frenarlo, y el segundo, y tan importante como el anterior, su desconfianza total en la política institucional.
A sus 18 años, Thunberg es un exponente de una generación que ha crecido en países occidentales desarrollados pero inmersos en dos crisis, la medioambiental, que se viene forjando desde hace décadas y se agrava día a día, y la económica, que estalló en 2008 y cuyas consecuencias, materializadas en mayor desigualdad, trabajos precarios y recortes sociales, aún están presentes en nuestras sociedades. Es una generación que ha vivido la angustia de sus padres por la falta de expectativas, inquietud que sienten ellos ahora en sus propias carnes, sin creer encontrar respuesta a sus preocupaciones en la política y en sus representantes.
La desconfianza de la generación más joven hacia los políticos se suma a la que ya se está enquistado en otros sectores de la población y que es caldo de cultivo de populismos. No lo tienen fácil los líderes políticos, defensores del sistema democrático, pero que han sido poco valientes a la hora de adoptar políticas de justicia social, cuando más necesarias eran, y que mucho menos han sido conscientes hasta hace poco de la emergencia climática. Ahora, que están girando y que, por ejemplo, las políticas para afrontar la crisis causada por la pandemia son las opuestas a las del ‘austericidio’ de 2010, factores como la subida de precios o 'fakes' como el del gran apagón traban su visibilidad. No lo tienen fácil, porque son muchos los intereses contrapuestos que deben atender, pero solo con políticas audaces recuperarán la credibilidad.
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