Elecciones en Nicaragua

Parodia en Managua

Los líderes que podían hacer sombra a la familia Ortega están encarcelados, arrestados o en el exilio

El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega

El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega

Rafael Vilasanjuan

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Nada es tan fácil como escribir de Nicaragua antes de que las urnas arrojen el resultado: ganará Daniel Ortega. El que fuera líder de la guerrilla sandinista que pretendía liberar el país del yugo capitalista, ha ido diseñando desde el poder el camino más corto para convertir una democracia frágil en una dictadura imponente. No solo ganará Daniel Ortega, las urnas ratificarán en la vicepresidencia a Rosario Murillo, curiosamente su mujer. Tal vez solo el fracaso que empieza a dibujarse en la cumbre del COP 26, sea capaz de evitar portadas de este escándalo electoral propio del Caribe de los dictadores que tan buena literatura nos ha dejado.

Pero esto no es novela, las elecciones son una parodia mayúscula. La oposición no ha podido presentarse y ha llamado a la abstención. Aunque hay algunos partidos que compiten, nadie les considera independientes, ni dentro ni fuera del país. Los líderes que podían hacer sombra a la familia Ortega están encarcelados, arrestados o en el exilio. Ya en 2016 las elecciones se desarrollaron sin oposición, pero a partir de ahí toda una retahíla de leyes han preparado esta campaña para que cualquier candidato con peso para arrebatar el poder, pueda ser acusado de “traidor a la patria”. 

Daniel Ortega que llegó con la revolución sandinista y participó en la Junta de reconstrucción nacional que  en los 80 puso fin a la dictadura de la familia Somoza, no ha tenido el más mínimo reparo en asimilar los mismos gestos totalitarios. No conocemos ni un solo compañero de los que formaron aquel gobierno histórico que buscaba la libertad y la democracia en Nicaragua que hoy apoye este régimen autoritario. Ni Sergio Ramírez, ni Violeta Chamorro, cuya hija Cristina cometió el crimen de anunciarse como candidata opositora y no tardó ni un día en que decretaran su arresto; ni siquiera Hugo Torres, que se jugó la vida entonces para sacar de las cárceles de la dictadura de Somoza al propio Daniel Ortega y que hoy, tras intentar presentarse a las elecciones, forma parte del más de centenar de “traidores” confinados en una prisión en Managua. 

Es fácil escribir y anunciar el resultado, lo que es más difícil es saber lo que le espera a Nicaragua tras las elecciones. Hundida en el clientelismo de una nueva dinastía totalitaria que ya lleva más tiempo en el poder que los Somoza, solo la presión internacional y la diáspora, con más de 100.000 nicaragüenses exiliados en la vecina Costa Rica podrán ejercer con libertad la crítica y la presión a un régimen que ya supera en la arbitrariedad del uso del poder a Bolsonaro en Brasil o incuso a Maduro en Venezuela. La polarización está haciendo mucho daño en todo el mundo, pero en Latinoamérica está la vanguardia de países que caen al abismo en manos de salvadores de patrias. Malas noticias para Nicaragua, pero también anuncio de lo frágil que son las democracias. Cuando alguien se hace con todos los resortes de poder poco importa que haya urnas, las elecciones solo forman parte de una parodia totalitaria.

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