Nómadas y viajantes

Tambores de guerra en Bosnia

Bosnia-Herzegovina quedó dividida en dos entidades, una serbia y otra croata-bosnia,a su vez partida en cantones convertidos en centros de saqueo para los dirigentes locales. El país es un Frankenstein sin sentimiento nacional con tres entidades religioso-tribales

Bosnia-Herzegovina quedó dividida en dos entidades, una serbia y otra croata-bosnia,a su vez partida en cantones convertidos en centros de saqueo para los dirigentes locales. El país es un Frankenstein sin sentimiento nacional con tres entidades religioso-tribales

Un chico pasa en bicicleta frente a edificios nuevos y edificios con marcas de la guerra en Bosnia en el año 2013.

Un chico pasa en bicicleta frente a edificios nuevos y edificios con marcas de la guerra en Bosnia en el año 2013. / Ansaloni

Ramón Lobo

Ramón Lobo

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Las guerras mal terminadas hibernan en la memoria colectiva de los que las padecieron, como si esperaran una oportunidad para reescribir el final. Los Balcanes llevan siglos atrapados en una rueda del hámster de odios tribales y necesidad de revancha, azuzados por líderes irresponsables que manejan la historia manipulada como arma arrojadiza. La pandemia y la crisis económica han despertado los peores fantasmas.

Han pasado 27 años desde que las armas callaron en Bosnia Herzegovina tras el Acuerdo de Dayton, firmado el 14 de diciembre de 1995 en una base aérea de Ohio, y rubricado un mes después en París. Pese al tiempo transcurrido y el supuesto apoyo económico internacional, que tiene más publicidad que realidad, las viejas querellas amenazan con reactivar el conflicto. El cansancio de muerte no es suficiente para garantizarla paz.

El acuerdo que finalizó una guerra de cuatro años (1992-1995) en Bosnia-Herzegovina, y del que está tan satisfecho la comunidad internacional, fue en realidad un acto de cobardía y de falta de visión. Condenó a Bosnia-Herzegovina a una división política que es una camisa de fuerza que impide cualquier avance. Dejó en el poder a los mismos partidos nacionalistas que condujeron a la guerra, y condenó a miles de jóvenes a vivir en un país sin futuro.

Tropas de la OTAN

Los cascos azules de la ONU --que vigilaron la guerra con armas ligeras, sin poder intervenir-- se convirtieron por arte de la magia diplomática en tropas de la OTAN con casco de combate. Se enviaron tropas de paz a la guerra con un mandato estrecho y se mandaron tropas de guerra a la paz. El mundo al revés. Pese al autobombo somos incapaces de cambiar el curso de la historia. Lo acabamos de comprobar en Afganistán.

No es culpa de la ONU, ni de sus funcionarios, sino de las cinco potencias que se reservaron un asiento fijo en el Consejo de Seguridad con derecho de veto incluido. Son los ganadores de la II Guerra Mundial (EEUU, Reino Unido, Francia, Rusia) además de China. Sus nombres coinciden con los principales vendedores de armas. La paz en manos de los traficantes de la muerte.

Bosnia-Herzegovina quedó dividida en dos entidades, una serbia y otra croata-bosnia, a su vez partida en cantones convertidos en centros de saqueo para los dirigentes locales. El país es un Frankenstein sin sentimiento nacional con tres entidades religioso-tribales.

Todo es corrupción. Para lograr un empleo, conseguir cita para una cirugía o acceder a la universidad hay que pagar una mordida. Arabia Saudí y otros países del golfo pérsico ocupan el vacío dejado por Occidente. Construyen mezquitas donde antes reinaba un laicismo poscomunista. Pagan sueldos a los buenos musulmanes. El hiyab es un disfraz que garantiza la supervivencia. Se trata de una sociedad traumatizada por la guerra y por una paz falseada. La única salida es la migración, la desesperanza o las drogas. Hay también personas valientes que luchan, que se empeñan en perseguir los sueños, pero son pocos y están agotados.

Apoyos internacionales

La parte serbia de Bosnia, llamada Republika Srpska, acaricia desde 1995 el sueño de separarse y unirse a la madre Serbia, ser parte de algo más grande con una unidad étnica. Ya amagaron con la secesión tras la independencia de Kosovo. Ahora, en la pandemia, vuelven a sonar los tambores.

El informe del alto representante para Bosnia-Herzegovina, Christian Schmidt, denuncia que el líder de los serbobosnios, Milorad Dodik, trata de crear su propio ejército, separado del común de las tres comunidades. Hace unas semanas, su policía realizó ejercicios de contraterrorismo en el monte Jahorina. Es un símbolo porque desde él disparaban contra Sarajevo las tropas de Radovan Karadzic entre 1992 y 1995. Son movimientos peligrosos.

El amago de independencia no es nuevo y cuenta con el apoyo de Rusia. La diferencia esta vez es el desinterés de EEUU, Reino Unido y Francia. Schmidt ha pedido reforzar los 700 soldados actuales de Eurofor (Ejército europeo) con tropas de la ONU, pero nadie está dispuesto a mover un dedo. Sucedió lo mismo en 1990, en vísperas de las guerras de Eslovenia y Croacia. Nadie ha aprendido la lección.

El acuerdo de paz sellado en Dayton fue, además, una canallada. Entregó a los victimarios dos símbolos de la barbarie: Srebrenica, escenario de un genocidio dentro del genocidio general, y Foca, capital de la violación masiva de las mujeres. La paz está asentada sobre una mentira: el silencio de las armas no construye la paz, solo es un descanso antes de la siguiente guerra.

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