El día después de la abolición
No hay una solución completa al problema de la prostitución. Los países que han optado por regularizarla no han conseguido reducir el tráfico sexual
Tiene un nombre, un pasado y quiere ganarse un futuro. Pero solo hablamos de su cuerpo. Sus circunstancias son solo de ella, aunque caigamos en la tentación de convertirla en parte de un magma que pretendemos único y uniforme. Ella puede ser víctima de la trata, sin capacidad de escapar de unas redes que la aprisionan. Adicta a las drogas que le suministran, borrada su voluntad. O ella puede ser una mujer migrante sin papeles ni ninguna posibilidad de conseguir empleo. Pero está viva, y también la familia lejana que debe mantener. También puede tener papeles, pero una maraña de alambres de espino alrededor de sus pies. Su color de piel, su acento, su falta de formación... Y sí, ella también puede ser la mujer que, libremente, opta por la prostitución.
No soy jueza en este artículo. No poseo el cuerpo de ninguna de esas mujeres. No son míos sus recuerdos, sus traumas, sus miedos ni sus sufrimientos. Solo quiero no dejar de pensar en ellas. Reconocerlas únicas. Y, en su diversidad, negarme a colocarlas en una sola trinchera, blandir una pancarta y dictaminar cuál es el camino que deben recorrer.
La prostitución va a convertirse en la nueva batalla de la izquierda y del feminismo. Ya lo está siendo. Y, como todas las batallas en estos días de urgencias y polarización, el debate acabará reducido a eslóganes y las discrepancias, en traiciones. “El feminismo es abolicionista” es el grito de manifestaciones recientes. Me duele esa necesidad de apropiación y restricción en un movimiento que siempre fue diversidad, diálogo y contraste de opiniones. Basta mirar a Europa para reconocer que no hay una solución completa al problema. Los países que han optado por regularizar la prostitución no han conseguido reducir el tráfico sexual. Los abolicionistas han dejado aún más desprotegidas a las mujeres que la ejercen.
Los datos son trágicos. España es el líder europeo en prostitución. El tercero del mundo, solo detrás de Puerto Rico y Tailandia. Según la ONU, el 39% de los hombres en España han pagado alguna vez por sexo. Cuatro de cada diez hombres. Cuatro de cada diez, miremos a nuestro alrededor. A pesar de la dificultad de poner cifras a un negocio fuera de la ley, se considera que genera cinco millones de euros diarios. La edad media de las mujeres que ejercen la prostitución ha disminuido, también el de los nuevos clientes. Hablamos de una media de 20 años.
La prostitución convierte el cuerpo en una mercancía. A partir de esta realidad, se consolida un campo mental en el que la mujer es un objeto al servicio del hombre. Se cronifica la masculinidad dominante y patriarcal. Si añadimos el carácter migrante de la mayoría de las mujeres, se multiplica la discriminación. Sí, las historias de la prostitución están llenas de violencia, sometimiento, tortura, muerte y estigma. También de valentía y supervivencia. Podemos considerarlo vergonzoso, indigno, inhumano… Y esa es la definición exacta de nuestro sistema económico y nuestro modelo de sociedad.
El Gobierno parece encaminado hacia la abolición. La cuestión de fondo, la que debe tener una respuesta clara y fundamentada, es si queremos vivir en un país libre de prostitución o si queremos creer que vivimos en un país sin prostitución. El gran riesgo del abolicionismo es convertirlo nuestra perfecta hipocresía. La postura que tranquilice conciencias, pero que tenga poco que ver con el futuro real de una multitud de mujeres. O la medida se acompaña de un programa real (y monumental, si tenemos en cuenta el tamaño del negocio) o solo invisibilizaremos aún más la prostitución, endureciendo las condiciones de vida de las mujeres que la ejercen.
Si se opta por la abolición, ¿se combatirá la trata más y mejor? Y si eso es posible, ¿por qué no se hace ahora? ¿Se liberará y se ofrecerá papeles, cobijo y protección a todas las mujeres de la trata? ¿También se concederán papeles a las migrantes que solo encuentran en la prostitución una salida? Y, en el hipotético caso de que se les facilite, ¿cómo se responderá a las críticas y la manipulación de la ultraderecha? Ni las buenas intenciones ni los discursos inflamados ni las pancartas servirán de protección. El día después de la abolición nos pondrá frente al espejo.
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