Paz con guerra
ERC y JxCat parecen haber llegado a una entente que permite que las huestes de unos tiren a matar contra los otros mientras en el seno del Govern ni se tosen
Xavier Bru de Sala
Escritor y periodista.
Paz intramuros del Govern y guerra sin cuartel en todo el paisaje circundante. He aquí la nueva entente entre ERC y JxCat. Mientras los altísimos, altos y minúsculos cargos de ambos partidos van chumando a dúo de la misma teta con total compañerismo y placidez, las huestes de unos tiran a matar contra los otros. La leche que alimenta a ambos partidos es la misma, ese líquido desnatado del poder vicario de la Generalitat. Pero los de Junts hacen aspavientos porque la encuentran aguada, amarga y repugnante, mientras los de ERC la consideran tan dulce que casi se olvidan de la auténtica leche, la que brotaría inagotable, espesa y abundantísima si lograran el objetivo.
Para disimular tanta bienaventuranza gubernamental nos distraen con expectativas tan contrapuestas como quiméricas. ERC espera buenos y beatos resultados de una mesa de diálogo que solo garantiza quietud. Junts no deja de dar pasos firmes y decididos hacia la independencia sobre una cinta que va en dirección contraria. El inmovilismo es idéntico. El acuerdo sobre el catalán en el audiovisual es la mejor excusa, atrapada al vuelo, que los de Junqueras han encontrado para justificar el voto a unos presupuestos que de hecho obedece tan solo a la ley del mal menor. Ley que los de Puigdemont niegan según el principio proclamado pero no ejercido de las vanguardias decididas a cortar por lo sano. ¿Cómo lo hacen, mejor dicho, cómo lo hacen ver?
El exvicepresidente Josep Costa se ha colado en la orla de los santificados por el martirologio sin el menor riesgo. Declara que su vista y no vista detención es ilegal pero se pone como ejemplo de cómo plantar cara. El estratega de la confrontación inteligente, por su parte, proclama que volverá a Catalunya y levantará la suspensión de la DUI. Puigdemont podría hacerlo en el orden inverso, que resultaría más expeditivo, primero declara la independencia y acto seguido vuelve aclamado por las multitudes. Tan inverosímil es lo uno como lo otro, pero queda más guerrero, menos impotente, no más creíble, tal como lo dice.
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