Series

Colombo, Wallander, Endeavour

Me sorprende que no haya más detectives de mi edad, porque sin darnos cuenta aprendimos todos los tics y trucos de los investigadores de la tele

television tve  wallander kenneth branagh

television tve wallander kenneth branagh / periodico

Jordi Puntí

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El otro día pensaba que mi generación es la que más series policiales ha visto, sobre todo americanas. Nuestra vida televisiva empezó con Gaby, Fofó, Miliki y Fofito, los payasos de la tele, pero también con las sesiones de 'Estrenos TV' de los domingos por la noche, al final del franquismo y después. Mis padres me dejaban ver el comienzo de Colombo, tan divertido con la gabardina y el aire despistado, pero tenía que acostarme antes del final. Al día siguiente pedía quién era el asesino, pero apenas recordaba nada. En el fondo, solo quería saber que Colombo había ganado.

Colombo, Banacek, McMillan y esposa, Kojak, Starsky y Hutch... ¿por qué recuerdo esos nombres? Muchos de ellos se perderían hoy en el laberinto de series del mundo digital, pero entonces no tenían competencia. En realidad, me sorprende que no haya más detectives de mi edad, porque sin darnos cuenta aprendimos todos los tics y trucos de los investigadores, las estrategias en el interrogatorio —policía bueno, policía malo—, la agudeza para buscar pruebas, la intuición para descubrir el detalle escondido, la intriga familiar, las bajas pasiones que a menudo lo detonan todo. De hecho, más que detectives, quizá deberíamos haber sido en guionistas de serie con detective, y habríamos ganado la primera pela.

Con los años, los detectives se volvieron más sofisticados. No todos eran tan alegres y seductores como Magnum y su bigote, ni tenían la inocencia de la abuela Jessica Fletcher. Les salieron demonios interiores, que a menudo eran más interesantes que el caso que debían resolver, como la Jane Tennison alcohólica que interpretaba Helen Mirren en 'Prime Suspect'. También el mundo se volvió extraño, ya fuera por los expedientes X de Mulder y Scully, ya porque el alma humana contenía un lado oscuro que le dictaba horribles crímenes, como en 'Luther', y más si tenían lugar en Escandinavia y los investigaba Wallander. Y entonces todo se volvió aún más turbio.

Quizás lo más sorprendente es que al final de esta lista salga 'Endeavour', la serie inglesa que estos días ha vuelto a Filmin —¡octava temporada!—. Me cuento entre sus seguidores acríticos, atraído por la eficacia de tan sencilla propuesta. Situada en Oxford en los años 1960, encontramos a los detectives Endeavour Morse y su jefe, Fred Thursday, que investigan los casos que alteran la paz de la ciudad universitaria. Nunca son crímenes muy escabrosos ni rebuscados, pero sus pesquisas sirven también para mostrarnos el paisaje inglés y nos retratan la sociedad diversa de aquellos años en Oxford, donde la vida académica está en el centro y a su vez centrifuga algunas vidas hacia los márgenes. Todo, cada detalle, se quiere anticuado, empezando por la forma de hablar de los detectives, por sus métodos cuidadosos, con un doctor patólogo que lleva pajarita o un inspector jefe que da órdenes con una taza de té en la mano. A veces, viendo a Endeavour, pienso que su misión es nostálgica, devolvernos a esos primeros detectives que eran más esenciales, más como nosotros.

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