La oración fúnebre para Sánchez puede esperar
El miedo compartido a asumir el fracaso de la coalición PSOE-Unidas Podemos es el cemento de la continuidad de la misma
Jordi Mercader
Periodista.
Jordi Mercader
Las impetuosas turbulencias de la coalición PSOE-Unidas Podemos podrían hacer pensar que había llegado el momento de preparar una oración fúnebre para el Gobierno más progresista de la historia. Sin embargo, los consultados sobre la supuesta inevitabilidad de la ruptura respondían casi al unísono, “noooo, sería una irresponsabilidad histórica”. El miedo compartido a asumir el fracaso de la coalición es el cemento de la continuidad de la misma. No es poca cosa, pero tampoco es demasiado estimulante como proyecto de futuro.
La oración fúnebre para glosar los avances sociales del Gobierno Sánchez deberá pues esperar, así como la celebración de los agoreros. Al menos hasta las proximidades del final de legislatura, cuando las tensiones electoralistas amenacen la continuidad de la coalición con mucha más fuerza que las diferencias sobre la reforma laboral, la ley de la vivienda o el incidente por la retirada del acta al diputado Alberto Rodríguez.
La frivolidad con la que se lanzan los propios interesados a sobredimensionar públicamente las disputas sobre materias sensibles es escalofriante. Dado que, parece ser, todos tienen interiorizada la conciencia de responsabilidad que les impide romper, es de suponer que el único objetivo del rifirrafe mediático es el de asegurarse una interpretación favorable a la resolución del choque, en términos de mejora de posiciones internas en el gobierno o de mensaje de firmeza a los respectivos partidos.
El peligro de un accidente fatal ante la reincidencia de contenciosos competenciales transmitidos en directo es alto. En cualquier momento una frase más alta de lo tolerable puede dar con el traste con todos los miedos a la irresponsabilidad. El momento más delicado llegará con los presupuestos (hola, Portugal), justamente porque su aprobación abre a Pedro Sánchez la perspectiva de agotar la legislatura sin tener que repetir calvario negociador, esperando cómodamente la hipotética crisis final de la coalición cuando las urnas ya tengan fecha.
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