Hallazgo arqueológico

Vuelve el rey David o la historia interminable

A los historiadores que tienen una misión, les importa un bledo la historia. Su objetivo es confirmar lo que ya creen

Un miembro de las fuerzas de seguridad israelíes toma posición durante enfrentamientos cerca de la Puerta de Damasco de la Ciudad Vieja de Jerusalén.

Un miembro de las fuerzas de seguridad israelíes toma posición durante enfrentamientos cerca de la Puerta de Damasco de la Ciudad Vieja de Jerusalén. / Ilia Yefimovich/dpa

Eugenio García Gascón

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Si atendemos a la cronología interna de la Biblia, el rey David reinó hace exactamente 3.000 años. Su reinado fue imponente y se extendió por una amplia región con un poder y un lujo sin precedentes que el libro sagrado describe con minuciosidad. El problema es que no se ha hallado ningún resto arqueológico significativo por más que no existe ningún otro lugar en el planeta que se haya excavado tanto como Jerusalén. Primero fueron arqueólogos occidentales y después israelíes. Cientos o miles de arqueólogos han escarbado en la ciudad santa durante más de un siglo con el objetivo primordial de encontrar cualquier señal que corrobore lo que dice la Biblia del rey poeta sin toparse con nada interesante en ese sentido.

Por la superficie que tenía, los historiadores estiman que hace 3.000 años Jerusalén contaba como mucho con 4.000 habitantes. Suponiendo que la mitad fueran niños y ancianos, el número de hombres y mujeres adultos se reduciría en un 50%, una cifra sospechosa que no justifica el esplendor de la Jerusalén descrita en la Biblia.

Pero esto no acaba ahí, puesto que el profesor emérito de la Universidad de Tel Aviv Israel Finkelstein, quizás el más reputado arqueólogo vivo en el dominio de la Palestina histórica, publicó hace algunos años un libro que cuestiona la historia tradicional. Según Finkelstein, hace tres milenios ni siquiera existía el judaísmo, una conclusión a la que ha llegado tras toda una vida hurgando por todas partes. Las conclusiones implican que David y su hijo el rey Salomón no existieron, o si existieron fueron a lo sumo unos pequeños caudillos locales que no eran judíos. Esta tesis la han defendido múltiples historiadores occidentales que no se tragan con los ojos cerrados lo que cuenta la Biblia. Otra conclusión es que personajes como los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob, que según la cronología bíblica vivieron hace 4.000 años, o Moisés, que habría vivido hace 3.250 años, tampoco son personajes históricos, sino legendarios, criaturas de una o varias mentes brillantes.

Pero quien tiene fe, a pesar del progreso de la historia y la arqueología, sigue creyendo lo que cuenta la Biblia. De hecho, muchos historiadores creyentes, especialmente sionistas y cristianos rigurosos, prefieren ignorar el avance de la historia y se aferran a las leyendas que la Biblia incorporó muchos siglos después de que sucedieran los acontecimientos inexistentes descritos. Así que de tanto en tanto aparecen noticias en los medios de comunicación que señalan el descubrimiento definitivo del Arca de Noé, o cosas aún más estrafalarias. Un historiador cegado por una pasión es capaz de cualquier cosa.

Con estos antecedentes, hace unas semanas se anunció el hallazgo en Timna, un pequeño yacimiento en el desierto del sur de Israel, de unos restos textiles de hace 3.000 años que fueron teñidos con “púrpura real”. Lógicamente, la conclusión de ciertos historiadores y arqueólogos que nunca discuten lo que dice la Biblia, no tardó en llegar: son tejidos que pudieron usar los reyes y sacerdotes bíblicos, es decir los reyes David y Salomón entre otros. Esos historiadores y arqueólogos se niegan a certificar los descubrimientos que no cuadran con el texto sagrado y dan la razón al célebre libro 'Y la Biblia tenía razón', que hace varias décadas daba por demostrado todo lo que dice la Biblia. El libro tuvo mucho éxito, se vendió como rosquillas por todo el planeta y alimentó creencias que carecen de una mínima base histórica.

En realidad, a los historiadores que tienen una misión, les importa un bledo la historia. Su objetivo es confirmar lo que ya creen. En el caso que nos ocupa, de lo que se trata es de demostrar que como los judíos estuvieron allí antes que los musulmanes, la tierra les pertenece, y lo que dice la Biblia lo interpretan como un contrato firmado por Dios que les da en propiedad ese territorio. Lo demás, incluida la historia, es secundario.

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